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Bodega de Tomás López Cabanillas / Natalio Botana / Jorge
Enrique Thurín.
Parte I
Esta bodega propiedad de don Tomás López Cabanillas, se
encontraba en tierras pertenecientes a la Estancia “La Finuca”, sobre la margen
sur del río Negro, que había adquirido en 1910 a don Rodolfo Freyre.
Heredad que ha sido un modelo de estancia moderna y chacra,
que supo alinear unas 70 hectáreas de vides, y poner una nota de civilización
junto al río montaraz.
Aledaño a la esplendorosa residencia patronal llena de
aristocrático confort, se hallaba emplazada la bodega integrada por 8 piletas
de mampostería de 10.700 litros c/u, reuniendo una capacidad total de vasija
fija de 85.600 litros y 200.000 litros de vasija móvil compuesta por cubas de
madera de roble francés, conformando así una capacidad total de elaboración y
conservación de 285.600 litros de vino, o como estaba cubicada en el año 1919
en 1500 cascos (Molins, W. Jaime - El Alto Valle del Río Negro). Su
construcción data del año 1915.
Don Tomás, vivía una vida ennoblecida por la paz del campo y
disfrutaba observar a sus viñedos rebosantes de lozanía que le recordaban los
pámpanos de la milenaria Grecia –trasuntos de las vides helénicas que elogiaron
los ditirambos de Arión–, cuando las doncellas corintianas clamoreaban en
versos yambotrocaicos las andanzas de Dionisos.
Se elaboraban vinos blancos y claretes de mesa, que
principalmente eran enviados para su venta a Necochea y localidades aledañas;
también se los distribuía en la Línea Sur rionegrina.
En el año 1925 esta estancia, de 4500 hectáreas, es
adquirida por don Natalio Botana (Sarandí del Yí 1888 – Jujuy 1941) empresario
periodístico uruguayo arribado a la ciudad de Buenos Aires en el año 1913; y a
la propiedad la rebautizó Estancia “La China” en honor a su hija Georgina
Nicolasa a quien apodaban “China”.
Este reconocido periodista, fundador y director del Diario
Crítica, propietario de la fastuosa quinta “Los Granados”, en Don Torcuato, en
cuyo sótano se encontraba pintado el famoso mural del plástico mejicano David
Alfaro–Siqueiros, ha recibido en dicho lugar la visita de famosísimos
personajes de la época, como: Pablo Neruda, José Ortega y Gasset, Rubén Darío,
Federico García Lorca entre tantos otros.
En la comarca han quedado los comentarios que hacia la
expiración del verano de 1934, don Natalio vino acompañado por uno de los más
grandes exponentes de la llamada Generación del 27, el poeta andaluz Federico
García Lorca y comitiva.
Sorprendió al ilustre visitante la furtiva imagen del verano
patagónico con su atmósfera preñada de perfume, olor y color en momentos que la
magnolia yerguía su fantasma sombrío, mientras látigos de hielo azotaban los
rebeldes vientos; en tanto Baco, intolerante en las cubas, dejaba escapar
desgarradores gemidos en su etílica metamorfosis.
Quizás García Lorca, haya llegado a estas tierras
patagónicas, buscando en la gran soledad y la lejanía escuchar los ecos sin voz
de su desesperado y angustiante Grito a Roma, el que ha dejado sólo huellas
negras en el desierto blanco del Vaticano: “Porque no hay quien reparta el pan
ni el vino, ni quien cultive la hierba en la boca del muerto, … ni quien llore
por las heridas de los elefantes, … “
Bodega de Tomás López Cabanillas / Natalio Botana / Jorge
Enrique Thurín.
Parte II
Cuando en la oscuridad completa, el mundo del desierto
patagónico se volvía profundo en su silencio extraordinario, intenso y
penetrante, don Natalio Botana reflexionaba que la oscuridad de la noche era
tan necesaria como la luz del día; así, entonces, la noche y el día eran
esenciales, ya que daban vida y energía a todas las cosas vivientes de la
tierra.
Esta bodega ha quedado registrada en la Guía Comercial del
Ferrocarril Sud del año 1938, con una producción anual de 35.000 litros de
vino.
En 1941 don Natalio fallece a los 53 años en un dudoso
accidente de tránsito en la provincia de Jujuy, y con su desaparición física
también se extinguió, al menos, la actividad bodeguera; la cual, ya no aparece
en la Guía Comercial de los Ferrocarriles Sud, Oeste y Midland Nº 11 del año
1942.
En el año 1947 la estancia es vendida por su viuda, la
periodista, escritora y poeta, Salvadora Medina Onrubia –con la finalidad de
mantener el diario Crítica en la calle y saldar la deuda que tenía con los
trabajadores de prensa– a los hermanos Manzano; quienes, a su vez, en 1955 se
la transfirieron a Manuel Gerardo Rebella y Jacobo Schilman.
Hacia el ecuador de la década de los años ’60 se instaló una
colonia integrada por 12 familias de agricultores galo-argelinos bajo el
liderazgo de Jorge Enrique Thurin, los que habían emprendido el éxodo tras la
independencia de Argelia. A través del Ministerio de los Repatriados de
Francia, les conceden un préstamo de carácter no reintegrable de 30.000 francos
y adquieren en el año 1967 una fracción de tierra en Valle Azul, perteneciente
a lo que era la estancia “La China”.
Atrás habían quedado ya las conspiraciones y la guerra
argelina, el Gral. Charles De Gaulle, sin tapujos ni rebozos, los había
abandonado.
Arribaron así al reino del frío y del viento, viento al cual
tuvieron que rápidamente adaptarse como el junco, que se inclina y dobla de un
lado a otro pero no se quiebra.
Comenzaron a transitar por una senda sembrada de
dificultades y contradicciones, y pronto entendieron que: “Su principal reto
era la dificultad misma”, y aferrándose al verbo sarmientino rápidamente
aprendieron que “las dificultades se vencen, las contradicciones se acaban a
fuerza de contradecirlas”. No obstante, el añil valle les inspiraba
pensamientos de calma y alegría.
Muchos de ellos, que se dedicaban a la actividad vitícola en
la ex-colonia francesa, continuaron acá con el cultivo de la vid.
Jorge Enrique Thurín, se quedó con el casco de la estancia
donde se encuentra el chalet, en el que vive actualmente con su señora esposa;
se halla localizado a unos 300 metros del ejido urbano de Valle Azul, desde
donde se puede observar la chimenea de la ex fábrica de tomates. Don Jorge
aprovechando los viejos viñedos existentes y la bodega, en la que solamente
habían quedado las piletas de material, retomó en 1967 la elaboración de vino.
Entonces, el generoso y tumultuoso mosto se hizo vino y el vino se transformó
en aliviadoras gotas de sangre redentora. Al establecimiento lo denominó “La
Sureña”. Elaboró vinos hasta el año 1989.
Autor: Federico Witkowski.
Afiches y bordalesas de vino de la Patagonia Norte Facebook.
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El chalet es hoy de los Thurin. Néstor Salas, 2017. |