jueves, 28 de mayo de 2020

REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA HERENCIA LARGA QUE HOY AGITA LAS COPAS.

REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA HERENCIA LARGA QUE HOY AGITA LAS COPAS.

Un festejo patrio con dos tonos que van más allá de los colores de la escarapela: el tinto y el blanco. Descubrí las uvas autóctonas de nuestra vida adulta como país.
Por Joaquín HIDALGO.
Semana de mayo, tiempo de escarapelas y de colores patrios. Al celeste y blanco que cuelga de balcones y decora negocios deberíamos sumarle el tinto y el blanco, al menos si miramos el largo plazo y descorchamos algunos vinos patrimoniales.
Razones hay suficientes. En tiempos de la Revolución de Mayo ya se hacían vinos en nuestro territorio. Y si romper con España implicaba entrar en la turbulenta historia que supimos conseguir, también significó comenzar a andar caminos propios en materia de vides. Es verdad: las plantas, como las costumbres, trascienden las ideas, y por eso sobrevivieron en el viñedo local algunas variedades españolas, que luego fueron salpimentadas con otras italianas y principalmente francesas.
Pero puestos a mirar el país desde aquella celebrada tertulia de mayo, desde sus escritorios de madera manchados de tinta rebelde y quizás de vino español, las industrias de tierra adentro pudieron cobrar cierto vuelto propio. Como la del vino, sin dudas. Pero esa es otra historia.
La pregunta que nos hacemos hoy es otra: pasada esa revolución, emprendido el camino independiente, ¿desarrollamos también vides y vinos locales? ¿Existen vinos patrimoniales?

Las uvas argentinas.

En materia de uvas, Argentina le ha aportado al mundo un puñado nacidas tierra adentro. Las más famosas son sus tres Torrontés, de la que el Riojano es el más reconocido por su aptitud para hacer vinos. Surgida de un cruce entre la españolísima Listán Prieto y la mediterránea Moscatel de Alejandría, el Torrontés Riojano ganó fama como vino aromático. Restan el Torrontés Sanjuanino, usado en otro tiempo para destilar y habitué de las zonas pisqueras de Chile, devenido del mismo cruce, y el torrontés Mendocino del que sólo se conoce un ascendente (la Moscatel) pero no así la otra parte, otra uva criolla aún no identificada genéticamente.
Pero hay más. El Instituto Tecnológico Agropecuario viene trabajando de manera firme en el estudio de otras uvas criollas con cierto potencial para hacer vinos. Con nombres tan poéticos como Glabro, Canela y Ferra, y otros menos sonoros como Huevo de gallo o Criolla Número 1, hay una veintena bajo la lupa de la ciencia agronómica que podría dar lugar a vinos patrimoniales.
A este pelotón claramente desarrollado en Argentina, podemos sumarle al menos dos más que están descuadradas de la bibliografía. Olvidadas en su tierra, como colonos verdaderamente afincados encontraron en este país su lugar en el mundo. El Malbec es el ejemplo más cabal, claro, y con poblaciones de plantas y algunos clones supone una reserva genética adaptada al desierto. La otra es Bonarda Argentina, genéticamente identificada como Charbono y proveniente de la Saboya francesa donde es casi testimonial. Aquí da vinos ampliamente bebidos, tanto que con 18 mil hectáreas es la segunda tinta plantada, luego del Malbec, que ya alcanza las 44 mil.

Los vinos patrimoniales.

En tiempos de la revolución de Mayo, los vinos que circulaban por las pulperías eran el Carlón si se lo podía pagar (tinto español) o el Clarete o Clarín, cuyo origen es poco conocido. En Mendoza, por ejemplo, se hacían vinos a partir de las uvas tintas de Canarias como Listán Prieto, luego bautizada aquí como Criolla Chica, que da un tinto ligero de color y perfume frutal. Esos son el primer paso de los vinos patrimoniales.
Lo que siguió fue el desarrollo de una serie de vinos locales con matriz inmigrante a los que podríamos llamar los sabores de la nostalgia. En eso, las revoluciones pierden siempre contra los gustos adquiridos. En el siglo que va desde 1810 a hasta el primer centenario, en nuestro país nacieron vinos (pero no sólo vinos) de inspiración europea, principalmente de Francia e Italia.
Pero en el bicentenario el escenario es bien diferente. Los estilos locales, con tintos de cuerpo y frescura moderada y buen paladar carnoso, dominan la escena. Y los blancos de altura, con expresión madura y a la vez fresca, no se parecen mucho a lo que ofrece el mundo, salvo algunos vinos mediterráneos.
Pero con el Malbec como bandera, Argentina tiene para dar al mundo un sabor que es propio, tanto como sucede con el Torrontés y el Chardonnay, vinos que gustan dentro y fuera del país.
Si la historia de los países pudiera ser una parábola de una persona, haber adquirido este sentido propio, de lo que nos gusta y de lo que podemos ofrecer en materia de vinos con orgullo, se parece mucho a convertirnos en adultos. Algo que en el ideario de Mayo era un germen en plena gestación.
Publicado en Vinómanos, 26/05/2020.

sábado, 16 de mayo de 2020

Contra viento y marea: el trabajo incansable de una bodega de más de 70 años que sigue elaborando vinos de calidad para su "clientela fiel" del Valle.



Contra viento y marea: el trabajo incansable de una bodega de más de 70 años que sigue elaborando vinos de calidad para su "clientela fiel" del Valle.
La bodega es una de las dos que quedan en pie en Villa Regina. Eran más de 25 en décadas de esplendor.

En tiempos de crisis, cuando el agua parece llegar al cuello… es cuando se notan y valoran mucho más los esfuerzos. Principalmente de aquellos que, con empuje y “mucho pulmón” siguen apostando a su región, a su producción y a las familias que directa o indirectamente dependen de una perseverante economía regional.

La Bodega Favretto de Villa Regina es una empresa familiar con más de 70 años de experiencia en la elaboración de vinos. Es, hoy por hoy, una de las sobrevivientes en el mapa vitivinícola de la región.

Actualmente, pese a la situación económica y la baja general en el consumo per cápita, sigue produciendo una docena de variedades de vino. Seis de ellos son comercializados en damajuanas y el resto en botellas de 750 c.c. Superconocidos en la zona.

Y son de los que “saben” muy bien lo que hacen: “hace 72 años venimos vendiendo vinos”, pese a los altibajos en el país y en el mundo, cuentan sus hacedores.

En Río Negro no quedan en pie ni un cuarto de las bodegas que supieron existir décadas atrás y solo en Villa Regina, de 25 que conocieron el esplendor, solo dos mantienen sus puertas abiertas. Favretto es una de ellas.

“Hay mucha competencia”, dice Gustavo Favretto, uno de los referentes comerciales de la tradicional empresa, en una entrevista con LMN, pero “a lo largo de los años nos ha salvado la fiel clientela que valora nuestro intento constante de mantener la calidad”.

- Favretto es una bodega familiar, ¿Cómo se han ido "aggiornando" a las pautas y demandas del mercado actual?

- Si, la bodega la empezó mi abuelo, Ferruccio Favretto. Actualmente los dueños son mi papá Juan y mi tío Adelino. Ferruccio fue un gringo venido del Veneto en 1927 a Villa Regina y en 1944 empezó a plantar viñas y en 1948 a vender vino. Antes se vendía vino en bordelesas, después se incorporó la damajuana que la seguimos vendiendo, y en 2002 empezamos con los vinos varietales en botellas de 750 c.c. Ya con la idea de apuntar a vinos de alta calidad en ese segmento, pasos por barrica y meses en estiba.

- ¿Cuál es el presente de la bodega y cómo ven la actividad en la región?

- La actividad no está bien. Han cerrado, y están a punto de cerrar, varias bodegas. De más de 200 que había en Río Negro quedan menos de 50. De más de 25 que había en Regina, quedamos 2. Con la vitivinicultura en la década del 80 cerraron muchas bodegas por falta de rentabilidad, malos precios. Lo que pasó antes con la vitivinicultura está pasando ahora con la fruticultura. Las bodegas abandonadas que se veían antes… ahora está pasando lo mismo con los galpones de empaque.

Además, el consumo sigue bajando: de 80 litros que se consumía en la década del 70 (por persona y por año). Ahora estamos en 18-19 litros per cápita. Solamente se van a mantener las bodegas que sigan manteniendo la calidad del producto.

- ¿Cuáles son sus principales productos, cómo los comercializan y cuál es el nivel de producción anual?

- Actualmente tenemos en el mercado 12 vinos distintos. De ellos, 6 se comercializan en damajuanas y 6 en botellas de 750 c.c. Todo lo vendemos en el mercado interno. Son 72 años que llevamos vendiendo vino en la zona. Hay mucha competencia con vinos baratos mendocinos que llegan al Valle a precio de remate. Imposible competir con esos valores, pero a lo largo de los años nos ha salvado la fiel clientela, que valora nuestro intento constante de mantener la calidad. El consumidor de vino ha empezado a tomar menos vino pero de mayor calidad. Actualmente elaboramos unos 300 mil litros anuales.

- ¿Cuáles son sus expectativas en el actual escenario económico? ¿Proyectos?

- Nuestra expectativa es que la gente consuma más vinos rionegrinos. Que se vuelva a los valores de consumo de otras décadas pasadas, que se le dé importancia al consumo de vino. Los aportes importantes que tiene una copa de vino: es antioxidante, es bueno para la circulación sanguínea, Favaloro lo remarcaba hace años. Acá se hacen excelentes vinos. Muchos consumidores casi que ni nos conocen. Hay bodegas de más de 80-100 años en el Valle. Falta una promoción importante de los vinos rionegrinos. Saber dónde están las bodegas. Más cartelería promocionando las bodegas rionegrinas.

También estamos, desde hace unos años, con la idea de construir un museo y una sala especial para recibir turistas y hacer catas de vino. Ahora lamentablemente está muy complicada la situación, pero es una idea interesante.

Después también hay vinos nuevos y varietales nuevos con ideas de sacarlos en breve al mercado, como Chardonnay y Cabernet Franc.

Un negocio de familia con mucho corazón.

“Desde nuestros orígenes hemos tenido como fortaleza la unión por un mismo objetivo, generar productos de calidad para continuar con una genealogía que sigue una proeza y desarrolla una idea.

La vitivinicultura ha sido desde siempre un negocio de familia en nuestro país, que se centra en poner mucho corazón para llevarla adelante”, resumen desde Favretto.

La historia de la bodega, comenzó en la ciudad de Pagnano D´Asolo, Italia, el 2 de febrero de 1908. Cuando nace su fundador: Ferruccio Favretto. Pagnano pertenece a la comuna de Asolo y era una localidad que no llegaba a los 1000 habitantes, en la que vivían agricultores, albañiles, carpinteros, herreros -actualmente no supera los 10 mil habitantes.

Con 19 años, Ferruccio emprende el viaje a América. El 11 de mayo de 1927, zarpa desde el puerto de Génova, en el piróscafo -nombre dado a los primeros barcos a vapor- ¨Conte Verde¨. Y el 26 de mayo de 1927 amarra en el puerto de Buenos Aires. Luego se traslada al Alto Valle. Su primer trabajo fue el trazado de los canales primarios y secundarios que irrigarían toda la zona. El cavado era una tarea de hormiga, la labor era a pico y pala, y al no existir ningún tipo de forestación el fuerte viento, que perduraba a veces toda la noche, anulaba completamente lo que se había hecho el día anterior. Los inicios fueron muy difíciles. El escenario era la inmensidad desierta, tierra suelta, seca, volátil. No había árboles, sólo matorrales y lomas desparramadas. El sol castigaba fuerte y no había refugios.

Al poco tiempo, Ferruccio Favretto, comenzó a desarrollar su actividad. Lechero primero y vitivinicultor después. En la localidad de General Enrique Godoy, en la chacra 120 A, con 50 hectáreas, construye el primer corral. En 1935, el fundador de la bodega, se casa con María Disiot, también italiana, proveniente de la ciudad de Partole, provincia de Istria. En la misma propiedad nacen sus dos hijos. Juan y Adelino. Ellos fueron los artífices del crecimiento del apellido, y de la trascendencia de la bodega. En el ambiente valletano, fueron rápidamente bautizados como “la bodega de los hermanos Favretto”.

En 1944, desalquila este dominio y compra a dos kilómetros de ahí, ya en Villa Regina, donde actualmente se encuentra la bodega. En 1980, 36 años después, los hermanos Favretto, a modo de homenaje y nostalgia, logran comprar la propiedad de Godoy, donde aún se mantenía la casa de adobe donde habían nacido... Y la comienzan a plantar con viña...

En breve, Don Favretto se convirtió en el lechero del pueblo. Su plantel era uno de los más grandes de la zona, con 20 vacas. Todas las mañanas ordeñaba y repartía, con la chata a caballos, la leche a los vecinos. En archivos de la época se lee que la identificación de ganado bovino -conocida como marca para hacienda- fue la segunda de Villa Regina, inscripta en el año 1938.

En 1944, Ferruccio, plantó los primeros barbechos. Era muy común que todos los gringos hicieran su propio vino. Anécdotas de la época, cuentan que cada colono competía con el vecino para ver cuál era el mejor. Toda una rivalidad de superación. Para esmerarse y dedicarle más ahínco la próxima cosecha. Como ocurre en la actualidad, recurriendo a las nuevas tecnologías, buscando asesoramiento en personas que recorren el país y el mundo, trayendo las últimas novedades, sondeando constantemente al consumidor en un trato personalizado. En muchos chacareros la pasión del vino se circunscribía al consumo familiar. Pero Ferruccio Favretto, encontró la pasión en el vino.

Y comenzó a plantar más hectáreas. Ya el puñado de bordelesas quedaba chico... Entonces en 1947, construye tres piletas de ladrillo revestidas en cemento. Una de 5000 litros -abierta- para fermentación. Y dos piletas más para conservación. Una de 6200 y otra de 6700 litros. Que aún se mantienen, y cualquiera que visite la bodega puede verlas. Remozadas, siguen cumpliendo una excelente función. En 1948, el fundador de la bodega, comienza a darle al producto las condiciones adecuadas para su venta. Y de ahí, poco a poco, edifica el basamento de su clientela.

Juan y Adelino continuaron sesudamente el legado de su padre. (Fuente: Historia de la bodega Favretto).

Publicado en "La Mañana de Neuquén", 15 de mayo del 2020.

jueves, 14 de mayo de 2020

Hablan los protagonistas de la reinvención de la industria del vino regional por la crisis Covid-19.

Hablan los protagonistas de la reinvención de la industria del vino regional por la crisis Covid-19.

Enólogos, directores comerciales y propietarios manifestaron qué cambiaron y qué deben modificar las bodegas para atravesar de la mejor manera posible este escenario de incertidumbre.

La industria vitivinícola no es la excepción dentro de la crisis económica que atraviesa el país agravada notablemente por las consecuencias de la pandemia de coronavirus.
Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el año había comenzado muy bien, con un crecimiento del 13,4% del consumo interno en enero, de 1% en exportaciones en el primer bimestre de vinos fraccionados y de 197% a granel.
Sin embargo, la crisis sanitaria por el virus pulverizó las expectativas de recuperación previstas para este año. Ante este panorama, enólogos, directores comerciales y propietarios manifestaron qué cambiaron y qué deben modificar las bodegas para atravesar de la mejor manera posible este escenario.
Martín Pérez Cambet, director comercial de bodega Casarena, analiza que “la gran mayoría de bodegas tenía su comercialización basada en el canal BtoB (Business to Business) es decir, vendían a través de distribuidores, representantes o por su propia fuerza de ventas. Pero siempre enfocados en la venta a otros negocios. Hoy la pandemia nos obliga a pensar cómo llegar directamente al consumidor, el famoso BtoC (Business to Consumer). Con distinto grado de sofisticación existen herramientas que permiten llegar en forma directa al consumidor: redes sociales, plataformas de venta on line, Mercado Libre, etc. El problema está en cómo hacer saber al consumidor que el producto está disponible y que puede llegar a su puerta. En eso hay que trabajar en redes sociales, manteniendo informados a los líderes de opinión para que lo puedan transmitir en sus medios”.
Por su parte, Pablo Miras, director de bodega Miras, dice que “esta pandemia nos lleva a una nueva forma de entender los vinos y su manera de comercializarlos. Ya sea desde las mismas bodegas o desde las plataformas on line de vinotecas es necesario comunicarse mucho más fluidamente con el consumidor. Este contexto nos llevó a valorizar mucho más las redes sociales y a entender que con un clic el mundo se entera de que sacaste un vino nuevo. Teníamos las herramientas guardadas en un cajón y no las estábamos usando. La pandemia y sus restricciones nos hizo dar cuenta que no es necesaria toda la cadena de comercialización”.
Clara Roby, enóloga de bodega Los Toneles, pone el acento en la necesidad de seguir en contacto con el consumidor y con ese objetivo dice que “estamos haciendo catas virtuales por zoom, vivos en instagram y videos para incentivarlo a seguir tomando vino, actividades que antes no hacíamos demasiado seguido. Por otro lado, la bodega cuenta con una tienda virtual que en estos tiempos es fundamental y desarrollamos la logística para llegar con los envíos a todo el país”.
Francisco Pino, director comercial región Patagonia de la bodega Humberto Canale, afirma que “las ventas cayeron un 60%. Nos afecta mucho la situación de la gastronomía, hotelería y eventos, donde somos muy fuertes. Estamos muy bien en hipermercados y cadenas de supermercados regionales que es donde estamos vendiendo hoy. También incrementamos nuestra presencia on line, sea a través de una plataforma de ventas propia como de las catas virtuales por zoom o Instagram”.
Hay bodegas que a raíz de los efectos de la pandemia tuvieron que reinventarse como bodega Vinos de Potrero. Belén Soler, su propietaria, analiza que “nosotros no contábamos con venta on line, solo vendíamos a través de vinotecas. Ahora tuvimos que implementar la modalidad de venta on line siempre respetando a nuestros distribuidores. Se realiza a través de nuestra página, pero la venta se les asigna a los distribuidores de cada provincia o región, quienes son los que entregan y cobran los productos”.
Lucas Quiroga, enólogo y propietario de la bodega Tero Rengo, aclara que “el aislamiento y limitación de circular nos afectó más en la producción que en las salidas de vino. En la producción porque justo nos agarró en los inicios de la cosecha y nuestra bodega es ciento por ciento familiar. La vendimia es la época de reunión familiar donde todos esperamos este momento para disfrutarla. Este año no pudimos. Con respecto a las ventas, como nuestro mercado es en su mayoría regional y desde nuestro nacimiento entregábamos puerta a puerta, no paramos de recibir pedidos de vinos por el hecho de que nuestros clientes estaban todo el tiempo en sus casas e incrementaron el consumo”.
Nicolás Navio, enólogo de bodega Patritti, cree que “la gente está tomando mucho vino durante la cuarentena y se acercó más a esta bebida a través de la expansión que tuvieron las catas virtuales por Instagram y zoom, que son herramientas de comunicación que ya estaban y no las utilizábamos. Probablemente los consumidores hayan acudido a los stocks que tenían en sus casas, en sus cavas. Si este interés logramos mantenerlo cuando lleguemos a la nueva normalidad, quizá vamos a tener un repunte en el consumo. Es algo que me encantaría que pase”.
Una comunicación más directa con el consumidor a través de redes sociales y catas virtuales. El desarrollo de plataformas de venta on line tanto de parte de bodegas como de vinotecas e incluso de algunos restaurantes. La ampliación de la red de logística para tener la posibilidad de entregar puerta a puerta y la simplificación en la cadena de comercialización son algunos de los cambios más importantes que la pandemia generó en la industria del vino. Las visitas turísticas a las bodegas y las catas presenciales, hasta hace poco tan necesarias y demandadas y hoy paralizadas, deberán re formularse. Como para casi todo, habrá un antes y un después del 20M20.

Publicado en Diario "Río Negro", 14 de Mayo del 2020.

miércoles, 6 de mayo de 2020

El 30 de abril pasado falleció, en Mendoza, Emma Cartellone de Zuccardi.

El 30 de abril pasado falleció, en Mendoza, Emma Cartellone de Zuccardi. A través de una emotiva carta, enviada a los medios, su hijo José Alberto y sus nietos Sebastián, Julia y Miguel Zuccardi la despidieron e hicieron referencia al gran desempeño que tuvo en el desarrollo de la empresa vitivinícola y su incansable trabajo y apoyo por el arte local.
Emma Cartellone de Zuccardi tenía 94 años. Junto a su esposo Alberto Zuccardi inició en 1963 la empresa que se convertiría en una de las más prestigiosas de la industria vitivinícola argentina de capital nacional creadora  de trabajo directo e indirecto y de riqueza conocida como  “La Agrícola” que vendían damajuanas de la marca “Uvas del Sol” una marca que la Bodega Zuccardi sigue comercializando en exportación.
“Nos dejó luego de una larga vida llena de alegría y afecto. Fue una mujer fuerte y trabajadora, pilar fundamental del desarrollo de nuestra empresa familiar. También, fue una madre, esposa, abuela y bisabuela que con su amor y carisma dejó una huella indeleble a lo largo de tres generaciones, y que es en gran parte responsable de lo que todos nosotros somos”, describe la carta de los Zuccardi.
Según ella misma relató el año pasado en una entrevista concedida al diario peruano El Comercio, Emma y su marido plantaron sus primeros viñedos en Maipú, en 1964, utilizando un -para entonces- novedoso sistema de riego de caños subterráneos.
En 1964 se inició la plantación en los terrenos de Maipú donde actualmente se encuentran el restaurante Pan & Oliva y Bodega Santa Julia.
Posteriormente, sería uno de sus tres hijos, José Alberto “Pepe” Zuccardi quien le daría el mayor impulso comercial, primero a nivel nacional y luego internacional.
En los últimos años, Emma había impulsado y dirigía la Fundación Zuccardi, que tiene como misión desarrollar tareas de responsabilidad social en las fincas, y supervisaba la Cava de Arte de Familia Zuccardi, un centro de exposiciones dedicado a exhibir obras de artistas mendocinos. Y por otra parte, “Cosecha de artistas”, en donde era anfitriona.
Con más de 90 años seguía viniendo a trabajar todos los días como cuando empezó. Le puso todo su corazón a la familia y al desarrollo de la empresa”, agregó su nieta Julia Zuccardi, encargada del área de turismo y hospitalidad de la bodega.
Esta bodega argentina le dedicó un Bonarda de nombre Emma. En 2019, los tres nietos se unieron para recopilar las recetas de las comidas que habían compartido con ella desde chicos y publicaron el libro “La cocina de Emma”.