lunes, 10 de julio de 2023

Los grandes ausentes del vino argentino.

 


Los grandes ausentes del vino argentino.

Los varietales de los que todos hablan y consumen son franceses, ¿pero qué pasó con aquellas primeras vides que trajeron los inmigrantes italianos y españoles?

Por Joaquín HIDALGO.

Somos un país de inmigración. Y en materia de vinos quizás más que en ninguna otra: el gusto por el vino llegó a nuestro país como una nostalgia entreverada en el equipaje de los muchos italianos y españoles que hicieron el grueso de nuestra inmigración, matizada con algo de franceses, alemanes, daneses y ucranianos. Es un cuadro conocido y es un acervo que se lee en los apellidos de buena parte de los argentinos.

Entre los muchos González y otros tantos Vecchiarelli, entre los muchos Fernández y los tantos Rossi, Ferrari o Colombo, el vino llegó a la Argentina como ese octavo pasajero de la ciencia ficción que les permitió a todos ellos poner sobre la mesa un sabor que, como las palabras, llenaba la boca con lo conocido. Entre los Tittarelli, los Giol, los Toso y Bianchi, por ejemplo, que hicieron del negocio del vino una forma de vida, sorprende a la hora de las copas una gran ausencia: es raro, rarísimo probar algún vino elaborado con uvas italianas o españolas. El grueso de lo que bebemos es francés.

Es como si en ese legado del inmigrante la valija que traía las uvas se perdiera en el puerto como se perdió la famosa valija de Hemingway –con todos sus escritos de juventud– y no quedara nada de ese acervo de Sagiovese, Montepluciano, Barbera, Nebbiolo, Cariñena, Tempranillo y Garnacha. En Argentina solo se habla de las variedades francesas.

Es algo que me llama la atención. Y sobre lo que no encuentro una explicación clara. Por ejemplo, en la historia del Malbec el foco siempre recae en la aventura de Miguel Amado Pouget, quien introdujo en 1853 las uvas francesas en nuestro país. Contado desde el presente, nadie siente necesidad de explicar cómo llegó el Lambrusco a nuestro país porque el Lambrusco y buena parte las otras uvas ha desaparecido de la mesa. O casi.

Es verdad, el romance entre el Malbec y los productores explica buena parte de su éxito. Una uva que se adaptó de maravillas, que daba buen color y con aromas frutales, permitía rendimientos y mejoraba otros tintos está claro que triunfaría. Eso, siempre que el gusto de los vinos coincidiera con esa uva. Lo que nos lleva de lleno al otro asunto: ¿es que las uvas italianas o españolas no cuajaron con el paladar de esos inmigrantes? Tal vez de ellos sí, porque estuvieron plantadas en el pasado, pero al parecer no de sus descendientes.

Una entre las diez primeras.

Singular es el caso del Tempranillo. Es la novena uva más plantada en Argentina, con casi 5200 hectáreas (2,5% de la superficie) y prácticamente desapareció de la góndola. No es que no se lo use o elabore, pero son pocas las bodegas que etiquetan sus vinos con esa variedad. El dato es que la Tempranillo, por su importancia en España, es la cuarta variedad más plantada a nivel mundial, detrás de Merlot, Sultanina (para consumo en pasas) y Cabernet Sauvignon.

En Mendoza, que concentra casi la totalidad de la superficie, el dato es que la mayoría (casi el 70%) está plantado en las zonas bajas y calientes del este. Sin embargo, entre Tupungato, Tunuyán y San Carlos hay unas mil hectáreas que dan vinos frutados y vibrantes. Así y todo, no la vemos en la góndola, con excepción de Altocedro, Crux, Zuccardi Q, Tempus Alba y Krontiras para mencionar unos pocos entre los pocos.

Las italianas a la baja.bar

La más plantada entre las variedades italianas es el Sangiovese. La uva dilecta de la Toscana encuentra en nuestro país unas 1300 hectáreas aún en producción. Hace 20 años eran 2500. De las que quedan, el 70% está plantado en el este de Mendoza que es, dicho sea de paso, un clima no del todo amigable con el perfil de la uva. Con excepción de Tupungato (65ha), casi no se la encuentra en zonas frías.

Esa es quizás la principal razón para que estas uvas hayan entrado en un cono de sombras: que el clima del este de Mendoza no sea muy adecuado. Pero tampoco lo es para las francesas. La diferencia está en que lo que se plantó nuevo en zonas más frías se hizo sólo con las francesas.

Sin embargo, las uvas italianas como Barbera (371ha), Greco Nero (286ha), Bunamico (102ha), Cordisco (52ha), Lambrusco (46ha) y Nebbiolo (30ha) ofrecen una paladar muy distinto y todos emparentados por una rara cualidad: dan vinos estructurados pero sin peso, como los describe Andrés Sánchez, enólogo enamorado de ellas y quien las planta en el Maule, Chile, y las embotella bajo el nombre de La Collezione. Quizás ahí está la clave de la supervivencia y de volver a escribir una historia que rinda homenaje a los apellidos inmigrantes. Tintos que aligeren el paladar sin perder la fuerza. Algo de eso se puede probar en los tintos que embotella Bira, Callejón del Crimen, Alfredo Roca y Livverá.

Publicado en Diario "La Mañana del Neuquén".

Domingo 9 de Julio del 2023.

https://www.lmneuquen.com/los-grandes-ausentes-del-vino-argentino-n1039109

jueves, 6 de julio de 2023

Un proyecto que comienza con una condesa italiana en Río Negro.

En Valle Azul, una bodega con origen vinculado a la nobleza italiana, está haciendo un "vino exótico".


“La historia empieza con la condesa italiana, Noemi Marone Cinzano, que llega a Argentina de la mano de su pareja que estaba trabajando en el valle. Ella se enamora de este lugar y como buena mujer de familia del vino, ella con sus ojos logra detectar que ahí arriba en ese lugar se podía producir un sabor que era totalmente distinto. Y el problema es que no había agua…”, así comienza la charla con Felipe Menéndez, dueño de Casa Pirque, un emprendimiento vitivinícola que se está desarrollando en Valle Azul (Río Negro) y que sorprende al mundo del vino, en diálogo con LU5 Agro.

¿Cómo fue tu desembarco en la Patagonia?

Es una historia larga. En el 2008 nosotros probamos por primera vez una botella de un vino en el que la etiqueta decía «Valle Azul».

No sabíamos bien de qué se trataba. Estábamos en una mesa de trabajo probando distintos vinos y alguien trajo esta botella que nos dejó a todos completamente sorprendidos, desconcertados… No entendíamos muy bien ese sabor, era nuevo.

¿Por qué?

Porque era un vino muy intenso, tenía la intensidad como de una latitud más propia del norte, pero la etiqueta decía Patagonia y tenía la frescura de una zona fría y esa combinación nos resultaba exótica.

Esa fue la primera vez que lo probamos. El vino venía de este viñedo chiquito plantado en la parte alta de la barda, donde nunca nadie había plantado antes nada porque no había agua.

"El vino venía de este viñedo chiquito plantado en la parte alta de la barda, donde nunca nadie había plantado antes nada porque no había agua".


Y hay una parte de la historia que es aún más exótica…

La historia empieza con la condesa italiana, Noemi Marone Cinsano, que llega a Argentina de la mano de su pareja que estaba trabajando en el valle. Ella se enamora de este lugar y como buena mujer de familia del vino, ella con sus ojos logra detectar que ahí arriba en ese lugar se podía producir un sabor que era totalmente distinto.

Y el problema es que no había agua y ella, como una mujer muy rica y convencida de que allí había algo especial para explorar, decide llevar el agua desde el río, 7 kilómetros para arriba, armando un acueducto como buena romana y le manda agua a la parte alta de la barda donde el suelo es completamente diferente de las orillas del río.

Ahí encontrás un suelo mucho más de greda, es una combinación de ceniza, piedra, mucho carbonato de calcio y dos metros más abajo tenés una arcilla, nosotros la llamamos la arcilla azul. Es una arcilla muy pesada que hemos visto antes en un lugar en Francia, en la parte alta de lo que se llama Pomerol, de donde viene el vino más caro del mundo que es Château-Petrus.

La botella de Petrus cuesta más de 4000 euros al público y no la conseguís. Ese vino viene de 11 hectáreas de una arcilla que es muy pesada como la que encontrarás cuando te vas dos metros para abajo, allá arriba en la barda.


¿Cómo sigue la historia?

Empezamos a conocer más sobre lo que esta mujer había hecho y finalmente ella decide dejar Argentina muchos años después. Nosotros estábamos ya en el momento de comprar el campo vecino y plantar otro pequeño viñedo allá arriba.

Nos fascinaba la idea de que esta italiana había descubierto un territorio nuevo para hacer vino y que era tan extenso como desde la cordillera hasta el mar.

Publicado en  Más Producción.

https://masp.lmneuquen.com/vitivinicultura/un-proyecto-que-comienza-una-condesa-italiana-rio-negro-n1037869