martes, 24 de junio de 2025

Marcelo Miras. El enólogo que hoy exporta sus propios vinos a los mercados más exigentes del mundo.

El enólogo que hoy exporta sus propios vinos a los mercados más exigentes del mundo.

Marcelo Miras llegó al Valle en 1990 para ser el enólogo de Bodega Humberto Canale y luego de varios años se marchó a San Patricio del Chañar, que nacía como polo vitivinícola neuquino. Hoy tiene su propia marca y sus vinos compiten con los mejores del mundo.

Marcelo Miras, enólogo, destacado por Tim Atkin como Leyenda de la Enología.

En 1990 el enólogo de la bodega Humberto Canale decidió embarcarse en nuevos rumbos y esta emblemática firma vitivinícola de la Patagonia se vio en la necesidad de conseguir un nuevo profesional para cubrir ese puesto vital en la elaboración de caldos de calidad.
La vitivinicultura local estaba en un proceso de cambio donde ya se perfilaba una nueva forma de hacer vinos y donde cobraba cada vez más fuerza la calidad por sobre la cantidad.

En la bodega Humberto Canale ya trabajaban sobre esa nueva forma de producir vinos y encontrar un enólogo que pudiera acompañar ese proceso era una cuestión fundamental.

Ese mismo año, en Mendoza, Marcelo Miras ya llevaba seis temporadas trabajando para la vitivinícola Vidaña, estaba casado y su proyecto de vida estaba muy lejos de la Patagonia. Al menos eso era lo que él pensaba.

“Venía a una zona que no conocía, sabía de Humberto Canale por su prestigio y trayectoria, pero la decisión tenía sus riesgos. Muchos enólogos han venido a la zona y no les ha ido bien, el desarraigo es difícil”. Marcelo Miras, enólogo de Bodega Miras.

Todo cambió cuando un compañero de la facultad le dijo que viera a don Raúl de La Mota porque estaban buscando un enólogo y que en una semana iban a recibir la visita del ingeniero Guillermo Barzi, en ese momento el corazón y la mente de la bodega Humberto Canale.

Luego de una charla para conocer posturas entre Barzi y Miras la propuesta estaba sobre la mesa. “Yo estaba trabajando en vitivinícola Vidaña que ya no existe, comencé a trabajar cuando empecé en la Universidad, era un joven con experiencia, como piden ahora”, cuenta Miras.

Llegada a Roca en 1990.


Con la venia familiar, Miras y su esposa Sandra llegaron a Roca en 1990. El proyecto no estaba exento de temores que solo podría despejar el paso del tiempo.

“Venía a una zona que no conocía, sabía de Humberto Canale por su prestigio y trayectoria, pero la decisión tenía sus riesgos. Muchos enólogos han venido a la zona y no les ha ido bien, el desarraigo es difícil”, planteó el enólogo.



Dice Miras: “Me encontré con una actividad vitivinícola muy arraigada, había cooperativas como Millacó, Viñateros Unidos en Cipolletti o El Lobo en Huergo, se trabajaba mucho volumen”.

Pero ya la industria apuntaba hacia otro lado y uno de los desafíos que tuvo el profesional fue trabajar mucho en viñedo con los varietales para mejorar la calidad de los vinos y el objetivo visto hoy desde la distancia “se cumplió con creces”.

“En esta zona había un espíritu frutícola, hubo que trabajar con la gente para cambiar esa forma de pensar. Pero desde lo productivo la diferencia no era grande. Canale era la bodega de avanzada que, aunque embotellaba vinos de corte como chablis o borgoña, había comenzado con un trabajo de varietales. En ese momento el tope de gama de la bodega era el Íntimo”, cuenta Miras.

Pero se trabajó mucho sobre Pinot Noir, Malbec, Sauvignon Blanc y se plantaron variedades nuevas como Cabernet Franc.

También se empezó a trabajar con barricas de 225 litros en una bodega donde había toneles y cubas de roble grandes, buscando otros estilos de vinos.

¿Te sorprendió alguna de las variedades que tenía Canale en esa época?
El Merlot era una variedad excelente para la zona y que se daba muy bien. Hicimos algunas cosas interesantes en el estudio de los distintos cuadros de Semillón que tenía y tiene hoy la bodega. Se atacó la parte vitícola y enológica viendo cuáles eran las características de cada uno de los cuadros en las distintas chacras de la empresa”, dice Miras.

Hacer vinos en San Patricio del Chañar, un gran desafío.

En el 2003 aparece un nuevo desafío en el camino. Hacer vinos en San Patricio del Chañar, un proyecto que comenzaba desde cero y en el cual estaba todo por descubrir.

“San Patricio del Chañar fue una desafío enorme desde lo profesional, era todo lo opuesto a cuando vine a trabajar a Canale. Era todo nuevo y cuando fui no estaba la bodega como hoy se la conoce, no existía ese edificio, tuve la suerte de participar en la creación de esa bodega. Ahí sí todos los vinos pasaron por mi cabeza”, comenta orgulloso.

«San Patricio del Chañar fue una desafío enorme desde lo profesional, era todo lo opuesto a cuando vine a trabajar a Canale»..Marcelo Miras, enólogo, titular de Bodega Miras.

“Lo que tenían estas bodegas era la posibilidad de incorporar la última tecnología que había en enología en ese momento”, nombra entre las ventajas de esos proyectos.

En el 2001 el enólogo Hans Vinding Diers, un amigo de Miras, comienza con su emprendimiento Noemía acá en la zona y “me impulsa a hacer algunos vinos propios”.


Empezamos a elaborar en dos barricas que me regaló Hans, se sumó parte de la familia y en una bodega chiquita en Roca comienza ese camino paralelo a mi trabajo en Fin del Mundo donde estuve 16 años”, recuerda Miras.

El proyecto familiar se expande.

Pero como todo tiene un final y un nuevo principio “llegó un momento en el cual lo nuestro había tomado cierto volumen con ventas en mercado interno y algo de exportación, ya era una empresa y me desvinculé para dedicarme a la bodega familiar”.

Con la adquisición de una chacra de 10 hectáreas en Mainqué, que había sido de un productor que “cuando yo trabajaba en Canale le comprábamos la uva a él”, más el arriendo de lo que fue la bodega Estepa para la elaboración, hoy Bodega Miras produce 90.000 litros de vino por año, de los cuales un 25% está presente en los mercados más exigentes del mundo.

Publicado en diario Río Negro.

https://www.rionegro.com.ar/rural/el-enologo-que-hoy-exporta-sus-propios-vinos-a-los-mercados-mas-exigentes-del-mundo

martes, 17 de junio de 2025

Mabellini Wines una bodega en el barrio Confluencia de Neuquén.

 


La historia de amor y tradición detrás de un vino de alta gama que se produce en Neuquén.

Hace más de 7 años, Carlos Mabellini y Lorena Nicolás Creide comenzaron a darle vida a Mabellini Wines, una bodega con carácter y corazón, en el barrio Confluencia.


Identidad, amor y raíz; las formas de tratar la uva; celebrar la propia historia: eso también habita en el vino. Hace menos de una década, Lorena y Carlos decidieron convertir la chacra familiar del Barrio Confluencia en una bodega, para poner en marcha el sueño que acompañó a Carlos desde la infancia y para honrar lo que fueron aprendiendo en un largo camino que vienen transitando juntos.

Buscan hacer un vino de excelencia, en el corazón de la ciudad, que pueda evocar el espíritu de una región que, desde principios y hasta mediados del siglo pasado, supo tener más de 400 pequeñas y medianas producciones vinícolas activas.

Son escribanos, se conocieron en 2002 trabajando en la escribanía Mabellini, cuando Lorena empezaba a hacer sus primeras prácticas profesionales. Pero se enamoraron y la vida tomó otro rumbo. Lorena dice que desde el principio Carlos se propuso presentarle el mundo del vino y que fue match inmediato. Un destino ineludible para una neuquina que desde muy pequeña se colaba en las mesas de los adultos para escuchar las charlas que acompañaba el vino; una niña “viejita”, como le decían sus abuelos, que disfrutaba de irse con ellos largas semanas al campo que tenían cerca del paso Pichachén, donde aprendió a querer todo lo que la tierra neuquina brinda.

“Yo era la más chiquita de las nietas en ese momento. Mi abuelo venía y me decía: ¿viejita, vamos a Chochoy? Él manejaba, yo iba en el medio y mi abuela con su canasta y todos los víveres. Hacíamos viajes eternos al campo, porque mis abuelos eran radioaficionados, entonces íbamos parando en todos los parajes de la cordillera para llevar las cosas que nos iban pidiendo, o en los ranchitos adonde invitaban a Don Creide a compartir el mate”, recuerda.

Hoy Carlos y Lorena tienen dos hijas y también Mabelline Wines, un proyecto que comenzó como una aventura y se convirtió en un producto con puntuaciones internacionales brillantes, para el que trabaja un equipo de profesionales patagónicos, que genera trabajo local y que crece con discreción y belleza, rodeado de viento y barda, muy cerca de la confluencia de los ríos.

El vino alegre.

El amor de Carlos por el vino comenzó en la infancia, en épocas donde las familias solían compartir la mesa y el vino era parte de esa ceremonia preciosa y cotidiana que tanto nos cuesta sostener en la actualidad. En ese entonces, Argentina era la primera consumidora de vino a nivel mundial, con un promedio anual de 100 litros por habitante, un número que hoy se redujo a 20.

Sus dos abuelos, Lorenzo Zannola y Pedro Mabellini, habían llegado desde el mismo pueblo italiano a vivir a Cinco Esquinas, en la zona de La Picasa, lo que hoy es Cinco Saltos. Ambos producían vino, no cualquiera, sino un vino alegre, hecho con entusiasmo en piletones, un vino que se compartía entre los trabajadores de la cosecha, que se brindaba en las carneadas, que se servía para toda la familia, también para los niños con mucha soda. Sin embargo, fue Pedro, el papá de su papá, quien se volvió un especialista y heredó esa tradición a los suyos.

“Cuando era chico íbamos a la casa del tío Giovanni, que se había quedado produciendo en la chacra paterna. Y ahí es donde estaban las dos piletas de 4.000 litros para hacer vino. Yo me preguntaba por qué si era un vino familiar hacían 8.000 litros. Porque era para todos todos, para compartir realmente”, explica Carlos. Y agrega: “Yo no conocí a mis abuelos. Mi papá dejó la vida de chacra cuando tenía 12 años y una familia que le compraba frutas a mi abuelo lo invitó a La Plata para que pudiera hacer la secundaria y la universidad. Entonces si bien yo no lo viví directamente esa vida, ese amor es algo que se lleva en la sangre. Mi papá decía: 'vos no conociste a tus nonos, pero tenés los mismos gustos que ellos'. Es así, los genes se imponen”.

Un sueño compartido.

Carlos siempre quiso hacer su propio vino, pero era un sueño que necesitaba madurar. En cambio, se hizo coleccionista, quizá uno de los más importantes del país. Los primeros vinos que guardó hace 25 años fueron un Lagarde y un Luigi Bosca. Hoy su cava privada es una fiesta de historia y belleza, que resguarda los secretos y trayectos de cientos de productores patagónicos y de cada rincón de Argentina.

“Este espacio también es una forma de mostrar respeto a los hacedores, a todos los que trabajan en la industria, que es muy diversa y muy hermosa. Porque hacer vino es tener contacto y trabajar con la tierra, es respetar y hacer valer tu terroir y llevarlo a 750 mililitros. Es algo increíble, pero se logra”, explica Lorena.

Carlos solía decirle a su papá: “Viejo, tenemos que hacer vino”. Y él siempre le respondía: “Pero a vos no te gusta hacer vino, Carlos, a vos te gusta tomar vino”. Pedro falleció en 2017 y ese mismo año, quizá como homenaje, quizá porque sintieron la necesidad de hacer brotar la memoria, decidieron comenzaron el sueño.

“Fue una decisión. Quisimos hacerlo acá, por todo lo significaba para la familia, pero implicó reconvertir una chacra que tenía peras, ciruelas y manzanas en viñedos. Trabajamos con el ingeniero agrónomo, Marcelo Casazza, de Mendoza, que todavía nos asesoran hasta el día de hoy. Después conocimos a Valeria López, que es nuestra enóloga; ella también es patagónica, es de Villa Regina, al igual que Caverzán, otro ingeniero agrónomo. Eso nos hace armar un equipo realmente muy patagónico y nos encanta: los dueños, el enólogo, el agrónomo. Entonces hay como mucha gente del Alto Valle trabajando en el equipo, también en las chacras y eso bueno, también nos gusta”, dice Lorena.

Además de la producción local, incorporaron una chacra de Mainqué, Río Negro, que posee una bodega con viñedos históricos que construyó la familia Verdecchia en 1912, donde también están haciendo un trabajo de mejoramiento, renovación, podado sobre plantas de más de 60 años.

Viñedos propios y turismo neuquino.

La bodega Mabellini no compra uvas, todo se cosecha en los propios viñedos en pequeñas bandejas de 14 kilos, en un proceso de selección que es manual, donde trabaja y disfruta toda la familia. En 2021 tuvieron la primera cosecha, luego de haber plantado en 2018. Esa primera etapa permitió obtener 7 mil botellas, que al siguiente año se convirtieron luego por 15 mil y se proponen alcanzar las 70 mil.

No buscan cantidad, sino trabajar sobre la calidad. Carlos y Lorena dicen que están en un proceso de aprendizaje de muchas cosas dentro de la industria, intentando nunca dejar de disfrutar el proceso. Y lo hacen con pasión, porque no reconocen otra forma de encontrarse con el vino, pero también con respeto, porque saben que este terruño tiene tradición y memoria.

Hace varios años Lorena tiene “el corazón dividido en dos”, dice. Además de la bodega, administra la Estancia Chohoy Mallín, a la que iba a jugar de niña con sus abuelos. La estancia, que está ubicada muy cerca de la frontera con Chile, a pocos kilómetros de Los Guañacos y a unos 100 de Chos Malal, se convirtió en un Lodge de pesca más que atractivo para el turismo.

“Lo que hacemos tiene que ver con la identidad, es recuperar las tradiciones familiares, es hacer prevalecer Neuquén. En la estancia, mantenemos la tradición de la trashumancia. La parte turística fue algo mío, que quise hacer porque me encanta. Convertí mi casa: guardé todas nuestras cosas y armé el Lodge. Ahí siempre pasábamos el verano con mis hijas, así que cada turista que llegaba lo atendíamos todos a cuerpo de rey. Hasta que vimos que sí, que funcionaba, que la gente volvía. Entonces comenzamos a construir el nuevo lodge que ya tiene seis habitaciones”, explica. “Hay mucho esfuerzo atrás de todo esto, pero tenemos plena conciencia que no sólo es lo que amamos, sino también es la forma de que todo quede en Neuquén”, agrega.

Hace décadas que Neuquén viene apostando a la industria turística como una posibilidad concreta de diversificar la economía. Los últimos años se convirtió en una realidad que, aunque pueda requerir mayor impulso, siempre avanza. El sector bodeguero es un aliado estratégico. Este año, en el Festival del Chef Patagónico de Villa Pehuenia estuvo presente la carpa de Vinos de la Patagonia, una sinergia entre Neuquén y Río Negro que permite destacar la potencialidad de los vinos de la Patagonia Norte.

“Creo que tenemos que unir la gastronomía con el vino en un solo espacio. Es fundamental, porque somos parte de la cadena gastronómica. No hay gastronomía sin vino, sin cerveza, sin jugo natural. Entonces, somos todos los productores que tenemos que estar juntos. Entre las bodegas nos llevamos todos muy bien. Incluso hasta para cortes, para armar vinos, nos llamamos, nos consultamos. Cada vino tiene su terroir, entonces, no hay competencia. Somos todos hacedores de vino en nuestra tierra y cuanto más unidos estemos, mejor”, concluye Lorena.

Hay muchas formas de honrar la tierra, muchas formas de ser Neuquén. Carlos y Lorena la encontraron volviendo a la infancia, tejiendo y destejiendo una tradición, reconociendo la raíz y haciéndola vino.






Publicado en La Mañana de Neuquén.

Domingo 15 de junio del 2025.

Por Cecilia Rayén Guerrero Dewey. 

Imágenes: Claudio Espinoza.

HISTORIAS NEUQUINAS.

https://www.lmneuquen.com/neuquen/la-historia-amor-y-tradicion-detras-un-vino-alta-gama-que-se-produce-neuquen-n1194107

sábado, 7 de junio de 2025

Antigua Bodega Patagónica.


Antigua Bodega Patagónica.


La Antigua Bodega Patagónica se encuentra ubicada en la localidad de Cervantes donde anteriormente estaba la histórica Bodega Glanz, abandonada por mas de 20 años. El emprendimiento es coordinado por Carlos Banacloy y su familia, que participan en la ejecución del mismo desde diferentes actividades. En primera instancia de debió reactivar parte de la vieja bodega cerrada y vinificar allí las uvas provenientes de una chacra que la familia posee en la zona.

El establecimiento cuenta con 2 chacras: una en la localidad de Cervantes, al pie de la Barda, y otra en la localidad de Mainqué y cuentan con las variedades de Malbec, Merlot, Pinot Noir y Cabernet Franc. 
Actualmente la bodega cuenta con una capacidad de elaboración aproximada de 100.000 litros en tanques de acero inoxidable con diferentes métodos de enfriamiento según la vinificación definida y sala de barricas, además de una embotelladora de alto rendimiento. 
Durante la visita a la bodega nos recibió su responsable Carlos Banacloy y pudimos probar algunos vinos desde tanques en proceso de elaboración, como un blend de blancas y dos malbec uno con mayor concentración que el otro. 

Pudimos conversar sobre la elaboración de su gran Merlot Reserva 2019 (acá), el Pinot Noir Gran Reserva 2022 (acá), el Bellaco Malcriado Merlot 2024 (acá) y el Rosé (acá); todos vinos destacados y muy recomendables. También hablamos sobre la actualidad el mercado, la caída del consumo de vinos y lo que esperan para esta la cosecha 2025 respecto de elaboración de sus vinos.
La Bodega recibe visitas y organiza diversos eventos con degustación de sus vinos; para ello han refuncionalizado un antiguo espacio y construido uno nuevo con muchas comodidades, respetando la arquitectura y con sillas, mesas, tablas, etc. construidas muy originalmente con partes de los toneles de roble que van descartando de la elaboración de vinos, toda este bello trabajo artesanal es realizado por la familia.



Agradezco la posibilidad que me brindó Carlos Banacloy de conocer la bodega y responder mis inquietudes, además de su buen trato y hospitalidad.

Publicado en blogspot de Fabián MITIDIERI.

El blog del vino patagónico.

http://fabianmitidieri.blogspot.com/2025/06/antigua-bodega-patagonica.html 

http://fabianmitidieri.blogspot.com/

viernes, 30 de mayo de 2025

Gustavo Favretto. La historia del periodista que volvió a sus raíces para hacer vino en Río Negro.

 



Gustavo Favretto. La historia del periodista que volvió a sus raíces para hacer vino en Río Negro.
La historia del periodista que volvió a sus raíces para hacer vino en Río Negro.

Por 

Después de una carrera en medios y política en Buenos Aires, regresó al Alto Valle para tomar las riendas de la bodega que fundó su abuelo en 1948. Hoy lidera una propuesta de vinos con identidad patagónica, equilibrio entre tradición e innovación, y una impronta muy personal.

Fue movilero en Radio Rivadavia, escribió en medios gráficos y trabajó como asesor de prensa en el Congreso Nacional. Pero un día, ese ritmo vertiginoso de la gran ciudad dio paso a otra pulsión: volver a sus raíces en Villa Regina, Río Negro. ¿El propósito? Asumir el legado de Ferruccio Favretto, su abuelo inmigrante que llegó desde el Véneto para fundar una bodega que este año cumple 77 vendimias.

Desde entonces, Gustavo Favretto convirtió ese patrimonio en un proyecto de vinos Premium con fuerte identidad patagónica, donde cada etiqueta cuenta una historia y cada botella refleja un compromiso con la tierra, la memoria y el hacer bien las cosas. Esta es la historia de quien pasó de comunicar a protagonizar su propia noticia, con el vino como narrador. De esto charló con Juan Delicias Magazine.

-¿Quién fue Ferruccio Favretto y qué legado dejó en Villa Regina y en la vitivinicultura del Alto Valle?

-Ferruccio fue un inmigrante Italiano que llegó de Italia, de la zona del Véneto, en el buque Conte Verde en 1927. Tenía 19 años. Plantó las primeras vides en 1944. Y en 1948, comenzó a vender vino, acá, en Villa Regina. Él tiró la semilla y sus hijos Juan y Adelino siguieron con la actividad. Yo soy la tercera generación a cargo de la bodega.

Difícil comparar la vitivinicultura de hace 80 años a ésta que vivimos actualmente. Antes era todo muy precario ya que ni corriente eléctrica había. Regina llegó a tener más de 30 bodegas. Hoy quedamos nosotros solamente. En el Valle había mucha uva; ahora es alfalfa, maíz y un poco de pera y manzana. Ya no es el Valle que soñaron los gringos.

-¿Qué recuerdos tenés de tu infancia en la bodega y en relación al trabajo de tu abuelo y tu padre?

-Me crié en la bodega. Trabajábamos de chicos. Siempre fue el negocio familiar. A mi abuelo Ferruccio no lo conocí. Mi papá fue para mí siempre el que manejó la bodega. Él, sin estudios, elaboraba los vinos y hacia los cortes.

-¿Qué sentís que heredaste de ellos?

-Creo que la perseverancia. Dedicarse a esta actividad no es sencillo. Acá no es moler la uva y listo. Hay mucho trabajo atrás. Mi lema fue siempre: hay que seguir... Hubo muchos años malos, pero siempre se siguió intentando de mejorar. Lo que hicieron los que me precedieron ya está. Ahora la idea es mantener e innovar. Ser leal a la propia conciencia.

Del periodismo al viñedo. De codearse con Antonio Carrizo, Llamas de Madariaga, Ernesto Cherquis Bialo, o usar traje y corbata para trabajar en el Congreso Nacional, un día dejó la gran ciudad para hacerse cargo de la empresa familiar que este año cumple 77 años haciendo vino en Villa Regina, Río Negro.

-Estudiaste y trabajaste en Buenos Aires, en medios periodísticos de renombre, ¿qué te llevó a volver a tus raíces?

-Sí, un día largué todo y me fui a estudiar a Buenos Aires. Nada que ver con esto. Estudié periodismo, me recibí y me quedé a trabajar allá. Trabajé en varios medios gráficos; después fui movilero de Radio Rivadavia, en un histórico programa Sexta Edición, creado por Cacho Fontana. Después me quedé sin trabajo. Más tarde, entré al Congreso de la Nación, fui varios años asesor de prensa del político Miguel Pichetto en el Senado Nacional. Y en 2011 volví a la Patagonia, y me hice cargo de la bodega.

-¿Qué aprendizajes del mundo del periodismo aplicás hoy en la bodega?

-Escribo las contraetiquetas de los vinos (se ríe).  ¡Ahí despuntó el vicio!

-Son una bodega muy conocida en el Alto Valle y sus vinos muy consumidos. ¿En qué momento decidiste dar un nuevo impulso a la bodega familiar?

-Desde que volví de Buenos Aires. Acá siempre elaboramos vino en damajuana. La idea fue hacer vinos en damajuana de nivel superior. Siempre se hizo vino en botella de 950cc. Empezamos a elaborar vinos en botellas de 750cc de media a alta gama, incorporamos las barricas, se compró mucha maquinaria nueva, se le puso más tecnología. Y se comenzó a elaborar vinos con distintas técnicas enológicas.

-¿Qué características tienen tus vinos actuales y qué cepas trabajás y por qué?

-Fue cambiando con los años, en sintonía con cómo cambian los gustos. Antes, eran vinos genéricos; ahora, varietales.  Antes, más alcohólicos y concentrados; ahora, más suaves  y más bebibles. Elaboramos Sauvignon Blanc en blancos, y Merlot, Malbec, Pinot Noir, Syrah y Cabernet Franc, en tintos.

"Estamos en Patagonia: aire puro, fresco, sano. Y todo esto da como resultado una gran calidad enológica." Gustavo Favretto Winemaker.

-¿Qué significa para vos hacer vino en Río Negro, lejos del eje de Mendoza-San Juan?

-Río Negro es una provincia más tímida que Mendoza pero con grandes virtudes. Nuestro clima mucho es mucho mejor al de otras regiones; acá, sobra el agua para regar; acá no hay enfermedades en las plantas, no hay plagas. No se pulveriza. Estamos en Patagonia: aire puro, fresco, sano. Y todo esto da como resultado una gran calidad enológica.

-¿Sentís que hay una identidad enológica propia del Alto Valle? ¿Qué la distingue?

-Sí, obviamente. Hace un par de años un vino rionegrino fue elegido como el mejor vino del mundo por el crítico James Suckling. (NdR: se refiere al Pinot Noir de Bodega Chacra, de Mainqué) ¿Sabés lo que fue que un vino de un pueblo rionegrino se instalara en los titulares de los grandes medios? ¡Fue fantástico!  Instaló la zona, nos levantó a todos. Nos hizo visibles.

-¿Cómo ves la evolución del vino del Valle en los últimos años?

-Desde que se supo que la cepa de ese vino ganador era Pinot Noir, desde entonces, nos levantó la venta de esa variedad. La gente pedía Pinot de Patagonia. Creo que es la variedad insignia. Obviamente que el Merlot también le pelea, pero unos cuerpos más atrás. Igualmente, aquel enófilo curioso resalta el Cabernet Franc y el Semillón del Alto Valle.

-Además de todo esto, creaste un museo en el predio de la bodega. ¿Qué se puede encontrar allí?

-Siempre tuvimos venta de vino en la bodega, pero muchos clientes querían sacar fotos y conocer más de la historia. Entonces, en 2022, inauguramos una sala de degustación y recepción del turista. Se recorre la bodega desde la parte más antigua hasta lo más nuevo y terminamos en la sala y degustamos 3 vinos con una picada.

-¿Por qué tuviste esa necesidad de preservar y contar la historia vitivinícola local?

-La idea fue tratar de que no se olvide la historia de los que estuvieron antes que nosotros. Lo que sufrieron. Las cosas que vivieron. Ahora el Valle se ve plantado y florido. Pero, cuando ellos llegaron, esta zona era puro alpatacos y jarillas, médanos, tierra virgen y dura. Y no había una Caterpillar: se hizo todo a caballo, pico y pala.

-¿Cómo te imaginás la bodega en los próximos años?

-Imagino seguramente que estaremos creando vinos nuevos, cortes nuevos. ¡Y celebrando en 2048 cuando la bodega cumpla 100 años!








Publicado en Juan Delicias Magazines.

Imágenes de Juan Delicias Magazines.

https://juandeliciasmagazine.com/la-historia-del-periodista-que-volvio-s-raices-para-hacer-vino-en-rio-negro/

sábado, 24 de mayo de 2025

Imperdible: los vinos que mejor representan a cada miembro de la Primera Junta.

 


Imperdible: los vinos que mejor representan a cada miembro de la Primera Junta.

Falta poquito para el 25 de Mayo y ya se empiezan a sentir las ganas de un buen locro, unos pastelitos calentitos, y claro… una copa de vino que acompañe. Pero esta vez quiero ir más allá del maridaje: me puse a pensar cómo sería cada miembro de la Primera Junta si fueran vinos. Sí, leíste bien. ¿Te imaginás a Cornelio Saavedra como un Malbec robusto? ¿O a Mariano Moreno con el filo de un Cabernet Franc?

La Revolución de Mayo marcó un antes y un después. Fue el primer paso hacia lo que hoy somos como país. Pero no te preocupes, no vengo a dar cátedra de historia. Solo recordemos que allá por 1810, un grupo de hombres se animó a pensar en libertad, a organizarse y dar el primer grito independentista. Y como buenos argentinos, ¿cómo no brindar por eso?

Mientras algunos se preparan para celebrar con empanadas y folklore, desde El Vino del Mes le damos un giro original al festejo. Hoy te traigo la Primera Junta… ¡en clave vinera!


 La Primera Junta en clave varietal

Presidente

 Cornelio Saavedra – Malbec
El presidente de la Junta. Fuerte, popular, con cuerpo y presencia. Como el Malbec, Saavedra es símbolo de identidad nacional. No podía ser otro.

Secretarios

 Mariano Moreno – Cabernet Franc
Intelectual, intenso y un poco disruptivo. Moreno era pasión y razón, como el Cabernet Franc: punzante, profundo, con carácter propio. De esos vinos que no dejan indiferente.

 Juan José Paso – Merlot
Más conciliador y diplomático, Paso sería un Merlot amable, redondo, que une a todos en la mesa sin perder elegancia. Siempre queda bien.

Vocales

 Manuel Belgrano – Blend de tintos
Idealista, versátil, estratega. Belgrano fue muchas cosas, como un blend bien hecho: equilibrado, armónico, que saca lo mejor de cada cepa. Y sí, también creó la bandera, pero eso es otro brindis.

 Juan José Castelli – Bonarda
Apasionado por el pueblo, con raíces fuertes y un estilo directo. Castelli fue la voz de los que no tenían voz. El Bonarda, cepa de segunda que se está ganando un lugar, le queda justo.

 Manuel Alberti – Torrontés
El cura del grupo. Sereno, espiritual, con notas florales. Alberti sería sin duda un Torrontés: aromático, amable y bien nuestro. El blanco de la patria.

 Miguel de Azcuénaga – Pinot Noir
Reservado, fino, con estilo. Azcuénaga era de bajo perfil pero con peso propio. Como un buen Pinot Noir: elegante, algo introvertido, pero inolvidable.

 Domingo Matheu – Syrah
Español de nacimiento, apasionado por el comercio. Matheu podría ser un Syrah con especias: extranjero en origen, pero bien adaptado al terruño argentino.

 Juan Larrea – Cabernet Sauvignon
Organizador, estructurado, con carácter firme. Larrea fue clave en lo logístico. Cabernet Sauvignon al 100%: clásico, confiable, con espaldas para bancarse todo.

 Y vos, ¿qué varietal le pondrías a cada prócer?

Esto es apenas una interpretación con copa en mano, pero me encantaría saber qué opinás vos. ¿Coincidís? ¿Cambiarías alguno? ¿Se te ocurre un varietal para French y Beruti? Contame en los comentarios o en redes, y armemos juntos la carta vinera más patriótica del país.

¡Feliz 25 de Mayo! Y que no falte el brindis.