domingo, 7 de diciembre de 2025

Bodega y Viñedos “La ciudad de Astorga” de Fernández Carro S.C.C.

 


Afiche # 034

Bodega y Viñedos “La ciudad de Astorga” de Fernández Carro S.C.C.

Don Domingo Fernández Alonso (1870 – 1931), oriundo de Astorga, provincia de León, España, llega a la Argentina y se instala en Buenos Aires; de ésta ciudad, viaja como cocinero de un grupo de tropilleros hacia suelo patagónico, lo acompaña su hermano Nicanor y se instalan en la Estancia Cabo Alarcón (cerca de Picún Leufú, Provincia del Neuquén).
Tiempo después, desde España recala en este alejado paraje neuquino doña Manuela Carro, fusionando un inquebrantable destino con don Domingo.
Hacia el año 1910, año del nacimiento del pueblo de Allen, el matrimonio Fernández– Carro se establece en tierras allenses, y entonces, en sus ojos brilló una nueva esperanza.
Abroquelados en el trabajo y con la piel cubierta de sudor, se pusieron el sol a hombros y comprendieron que: la vida es la labranza y la muerte la consiguiente cosecha.
Don Domingo había crecido entre viñedos y bodegas, típico paisaje de las góticas tierras leonesas; en el génesis de sus recuerdos aparecía persistentemente esta postal, y así la viña se constituyó en su inseparable compañía en el suelo de Sayhueque. Luego, erigió unas piletas para la elaboración de un tipo de vino que tenía reminiscencias de los gruesos vinos de las órdenes monásticas esparcidas por la meseta ibérica.
Y, en la primavera de 1915, airoso don Domingo levantó la copa desbordante del néctar sagrado, expresión tangible de toda dignidad social, y pudo dar un anhelado descanso a la nostalgia del alma.
Los hijos siguen los designios de sus progenitores y para el año 1945 constituyen la firma Bodega y Viñedos “La ciudad de Astorga” de Fernández Carro S.C.C., sociedad integrada por los hermanos: Teodoro Carlos, Domingo Isidro, Catalina Francisca, Haydeé Cruz, Marcelino y Alfredo Fernández Carro. La bodega ya contaba para entonces con una capacidad de 534.000 litros. Vinos que eran comercializados en bordelesas con la marca DOMINGUITO.
Poseían 50 hectáreas de viñedos propios en Allen y 50 hectáreas en Fernández Oro, desarrollando una intensa actividad vitivinícola que les obligó a ir ampliando las instalaciones hasta alcanzar una capacidad de vasija total de 1.235.000 litros. La bodega quedó registrada en el Instituto Nacional de Vitivinicultura bajo el número N 70738.
Han elaborado vino de mesa tipo blanco, rosado, clarete y tinto, que fraccionaban en damajuanas de 5 y 10 litros y eran comercializados con la afamada marca DOMINGUITO. Asimismo, elaboraran vinos reserva Pinot y Semillón envasados en botellas de 950 cm3 que expendían con la tradicional etiqueta DOMINGUITO.
En el año 1979 alquilan la bodega a la firma S.A. Luis Filippini Ltda. y en 1982 le dan de baja ante el I. N. V.

Afiches de bordelesas de vino de la Patagonia Norte

de Federico Witkowski. .

Una antigua botella del vino Dominguito. Gentileza Flia. Fernández Carro

Una antigua botella del vino Dominguito. Bodega y Viñedos "La Ciudad de Astorga" de Fernández Carro Hnos. (Soc. Com. Colectiva) Allen, Río Negro. Gentileza Flia. Fernández Carro publicada en La Mañana de Neuquén.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Bodega Moschini: 100 años de legado familiar y vinos de la Patagonia.

Bodega Moschini: 100 años de legado familiar y vinos de la Patagonia.

Una familia de Ingeniero Huergo, Río Negro, celebra un siglo de trabajo rural, además del crecimiento de una bodega que nació del esfuerzo y el amor por la tierra.

De Italia al Alto Valle: La Travesía Fundacional de los Moschini en 1925.
Foto: gentileza.

Corría el año 1925 en la época de los ferrocarriles del sud, cuando miles de inmigrantes europeos llegaban a estas tierras para trabajar mayormente en actividades agrícolas. Por ese entonces, el padre de Ángel “Lito” Moschini, tenía 8 años (había nacido en 1917) y arribó al Valle junto a sus padres (los abuelos de Lito) y hermanos. Todos los tíos de Lito habían nacido en Argentina, pero los nonnos eran italianos.

Esta es la historia que relata Lito Moschini (69) sobre su familia, cofundador de la bodega que lleva su nombre, junto a su esposa Teresa Precoma. De voz apacible y palabras justas, Lito recuerda que su abuelo italiano tuvo una fábrica de fideos en José C. Paz, que se fundió y que decidió venir a la zona. “El nonno obtuvo un terreno de parte de la Compañía Ítalo Argentina de Colonización (C.I.A.C.) l, la compañía italiana que hizo Villa Regina”, explica.

“Ellos bajan en Ingeniero Huergo, porque en ese tiempo Villa Regina no tenía estación de tren y se van en trineo de caballos (hasta Villa Regina). Imagínate que traían un baúl, los seis hijos, ellos dos. Allí mi abuelo tuvo trabajo para desmontar a pico y pala, y después con el tiempo fue haciendo su chacra que era de 15 hectáreas”. Esa chacra con el tiempo se loteó y se convirtió en el barrio Moschini.

Trabajo, dignidad y experiencia: La fórmula de Ángel.

Trabajo, dignidad y experiencia: La fórmula de Ángel "Lito" Moschini para el éxito en la chacra. Foto: gentileza.

De peras y vides.

Con el tiempo la familia se fue desarrollando en el trabajo rural y, entre idas y venidas, el padre de Lito, compró un terreno en Ingeniero Huergo en 1958, localidad que hoy alberga a los Moschini y su bodega.

Actualmente, cada hermano de los tres que son tiene su chacra y cada uno trabaja por su cuenta. “En el año 2000 se me ocurrió plantar viñas, hice seis hectáreas de viñedos con un proyecto de innovación tecnológica, las cuales hoy están en muy buena producción, los viñedos más viejos ya tienen 25 años”, cuenta Lito sobre su parcela.

Del viñedo casero a bodega: La apuesta innovadora de Lito Moschini por el vino rionegrino. Foto: gentileza.


En el año 1995 compraron una chacra de 25 hectáreas, en las cuales plantaron frutales, “teníamos 18 hectáreas de pera, algunos perales ya estaban desde hace cien años, son históricos. En esa chacra quedó un terreno ocioso de seis hectáreas, ahí fui al INTA y me aconsejaron plantar vides, tengo el recuerdo del ingeniero Don Alcides Llorente que ya no está”, rememora sobre el técnico que lo ayudó en aquel momento.

La producción de vinos comenzó en el 2004, con elaboración de vinos caseros, con una producción de hasta 12 mil litros. “Desde hace tres años que estamos como bodega, lo cual es una linda experiencia. Tenemos capacidad para más, pero venimos haciendo entre 15 y 25 mil litros de vino anuales, depende de la cosecha”, agrega Angel Moschini.

El Legado de la chacra: Cómo la Familia Moschini forjó su camino con peras y vides. Foto: gentileza.

Trabajo y dignidad.

Hoy, Lito se dedica exclusivamente a sus vides y a la bodega, el resto está alquilado a una empresa de Villa Regina. Uno de sus hijos se encarga de la venta de los vinos. Ambos nos cuentan que parte de la producción de uvas se vende a otras bodegas como Favretto y Ribera del Cuarzo.

Las cepas que trabajan en Moschini son Serna, Sauvignon Blanc, Malbec, Merlot, Cabernet Franc y, desde hace tres años incluyeron 4000 plantas de Pinot Noir. Además, incorporaron la variedad cerna, que da una uva moscatel sin semillas. 

Pinot Noir, Malbec y el kilómetro 1120: Las cepas que definen la identidad de Bodega Moschini. Foto: gentileza.

“Trabajamos con una enóloga que se recibió hace dos años en Villa Regina, Bárbara Vilches, gente joven que tiene ganas de seguir (se emociona)… yo pongo la experiencia y el empuje”. “El trabajo dignifica y es verdad y, aparte de eso, está la honestidad, hay que seguir siempre adelante. Si bien yo ya conocía un montón, pero con la ayuda de INTA, me he perfeccionado bastante, eso me ayudó mucho” dice notablemente emocionado.

Lito asegura que, durante muchos años, mientras trabajaba en su chacra, también hizo servicios de plantación de postes y viñedos. “Cuando yo tenía juventud, tenía personal y un cacho de tiempo, lo que había que hacer es trabajar afuera. Eso me ayudó a completar mi chacra con el riego por aspersión, defensa de heladas y demás. Todo eso lo fui haciendo trayendo de afuera para adentro, buscándole la vuelta. Nunca compré dólares, sino que hice servicio y trabajo para la chacra”, finaliza sobre su vida dedicada al trabajo con la tierra.

Enoturismo participativo: Cosecha y degustación de vino la bodega histórica. Foto: gentileza.

100 años de trabajo rural.

La familia Moschini festeja este 2025 los 100 años de trabajo con la tierra en el Alto Valle. Si bien la bodega tiene 25 años, todo comenzó mucho antes en el kilómetro 1120, que es el lugar donde hoy está ubicada en Ingeniero Huergo.

Bodega Moschini ofrece sus vinos de la línea reserva Malbec, bajo la marca kilómetro 1120 y pronto lanzarán un blend de tintas cosecha 2024. También está la línea joven de los tintos Malbec, Merlot y Cabernet Franc. Sin embargo, el tope de gama es el vino Kilómetro 1120 blanco, una partida limitada de un blend de blancos. Además, está la línea Dolzo, con los dulces naturales rosado y blanco dulce natural.

25 años de bodega: El esfuerzo de Lito y Teresa en la elaboración de vinos del Alto Valle. Foto: gentileza.

La bodega recibe a los turistas que quieran visitarla y se ofrecen visitas guiadas por los viñedos, con reserva previa. En el mes de abril, suelen hacer un evento de turismo rural participativo, una fiesta del vino patero, donde los que asisten, pueden cosechar la uva, desgranarla y pisarla, para vivir la experiencia como se hacía antaño.

En el Alto Valle, la historia de los Moschini se vuelve símbolo de una idea que atraviesa generaciones: la dignidad del trabajo y el amor por la fruticultura. Cien años después de aquel primer terreno desmontado a pico y pala, la familia sigue apostando por producir, aprender y crecer sin perder su esencia.

Publicado en Más Producción.

Diario LA MAÑANA DE NEUQUÉN.

https://masp.lmneuquen.com/vitivinicultura/bodega-moschini-100-anos-legado-familiar-y-vinos-la-patagonia-n1219586

Enlace de interés.

https://bodegamoschini.com.ar/

Los orígenes

Los comienzos de la familia Moschini en la Patagonia se remontan a los primeros años del siglo XX, cuando los abuelos de nuestro co-fundador, Ángel Moschini, dejaron su hogar en Macerata, Italia, para integrarse al desarrollo de lo que hoy es la ciudad de Villa Regina.

Llegaron a nuestra región en tren, pero en donde hoy está esa ciudad no había una estación todavía. Por eso descendieron en la parada del Kilómetro 1120 del Ferrocarril del Sud, donde ya había un pequeño pueblo, que todavía no tenía nombre oficial. Por eso le decían “el pueblo del 20”, o “Kilómetro 1120”.

A aquellos orígenes homenajea la marca y la etiqueta de nuestros vinos.

Décadas más tarde, la familia de nuestro co-fundador, por entonces muy pequeño, se afincó en una chacra de ese pueblo, ahora llamado Ingeniero Huergo, en homenaje a quien -asociado con Humberto Canale- impulsara a principios del siglo XX la primera bodega de la zona.

Allí se crió Ángel Moschini, dedicándose desde muy temprana edad a la agricultura. En 1981, se casó con Teresa Precoma, nuestra co-fundadora, con quien comenzaron a desarrollar el cultivo de peras y manzanas en la chacra de 10 hectáreas donde hoy está ubicada nuestra bodega. En el año 2000, en una nueva propiedad adquirida unos años antes (ubicada a algo más de un kilómetro de distancia), plantarían el viñedo de 6 hectáreas con cuyas uvas elaboramos nuestros vinos desde el año 2009.

https://bodegamoschini.com.ar/nuestra-historia/


Ángel Moschini y Teresa Precoma.


El edificio que se ve en la etiqueta de nuestros vinos Km 1120 es la antigua estación de trenes de Ingeniero Huergo.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

INV con 973 normas menos: ¿desburocratización histórica o riesgo en la copa?


INV con 973 normas menos: ¿desburocratización histórica o riesgo en la copa?

En estos días se empezó a hablar fuerte de que el Gobierno “barrió” con casi mil normas del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). En esta nota trato de ordenar la información, bajarla a tierra y entender qué puede pasar con la copa que llega a tu mesa.

¿Qué se decidió exactamente?

Arranquemos por el dato duro: el 7 de noviembre de 2025 se publicó en el Boletín Oficial la Resolución 37/2025 del INV. Ahí el organismo aprueba un nuevo Digesto Normativo (un compendio único de reglas) y, como parte de esa movida, deroga 973 normas que venía aplicando desde hace décadas. La medida entra en vigencia el 1 de enero de 2026.

Para tener dimensión: según los datos difundidos por el propio Gobierno, el INV pasa de tener 1.207 normas vigentes a unas 234. Es decir, se saca de encima cerca del 80% de su andamiaje histórico. [fuente: BAE Negocios]

Hasta ahora, el INV no sólo analizaba el vino en laboratorio, sino que también:

  • Hacía inspecciones dentro de las bodegas.
  • Controlaba movimientos internos de vino y mosto.
  • Emitía permisos de tránsito para que el vino pueda circular.
  • Administraba trámites de trazabilidad como origen, añada y varietal.

Con el nuevo esquema, todo eso se redefine: se eliminan miles de inspecciones y permisos, y el foco pasa a ser el vino ya embotellado, listo para vender.

El nuevo rol del INV: menos “policía de bodega”, más laboratorio

Si lo pensamos en imagen, el INV deja de ser el inspector que entra a la bodega a revisar papeles, tanques y movimientos, y pasa a ser el que toma muestras de las botellas ya terminadas, las manda al laboratorio y dice: “esto es vino, esto no”.

En los papeles, el cambio se justifica así:

  • Se eliminan normas obsoletas o redundantes.
  • Se apunta a trámites digitales, declaraciones juradas y controles basados en riesgo, no en visitas rutinarias.
  • Se busca sostener los estándares de seguridad alimentaria pero con un Estado “más liviano” y menos burocracia.

El Gobierno y buena parte de las bodegas grandes argumentan que el esquema anterior era “sobredimensionado, caro e ineficaz”, y que el nuevo modelo permite ganar tiempo y plata sin resignar controles serios sobre la calidad del vino en góndola.

El tema caliente: el CIU y la trazabilidad

Donde realmente se calienta la discusión es en el Certificado de Ingreso de Uva (CIU).

El CIU es el papel (o trámite digital) que, dicho mal y pronto, deja constancia de cuánta uva entra a una bodega, con qué grado de azúcar, y a partir de ahí se puede estimar cuántos litros de vino deberían salir. Es la primera ficha de dominó en la trazabilidad: saber que lo que está en la botella empezó siendo uva de verdad y no vaya uno a saber qué.

Con la nueva resolución:

  • El CIU no desaparece, pero deja de ser obligatorio. El productor o la bodega que lo quiera usar, puede seguir usándolo igual que antes; simplemente el Estado ya no lo exige para todos. [fuente: Los Andes]

Acá se abre la grieta interna del sector:

  • Desde el Gobierno y parte de las bodegas, la lógica es: “si el vino final está bien analizado, no hace falta que el Estado controle cada uva que entra; eso es costo y burocracia”.
  • Desde COVIAR (Corporación Vitivinícola Argentina), gobiernos provinciales y varias cámaras, el mensaje es otro: “sin CIU obligatorio, se rompe la cadena de trazabilidad y se abre la puerta a problemas serios de calidad y de confianza, adentro y afuera del país”.

Ventajas que se buscan (los “pro”)

Si te ponés en la piel de una bodega —sobre todo mediana o grande—, los puntos a favor que se mencionan son:

1. Menos burocracia y tiempos muertos

  • Desaparecen alrededor de 5.000 fiscalizaciones presenciales por año.
  • También se eliminan unos 140.000 permisos de tránsito anuales que las bodegas debían tramitar para mover vino entre plantas, hacia fraccionadores o distribuidores.

Todo eso son horas de gente, papeles y esperas que, en teoría, se liberan para enfocarse en producir y vender.

2. Ahorro de costos y mayor competitividad

Los funcionarios y varias notas especializadas repiten la idea de que estos controles generaban costos, demoras y pérdida de competitividad. Menos trámites = menos estructura administrativa para sostenerlos. En un sector presionado por la caída del consumo interno y la competencia de vinos importados, cualquier alivio en costos fijos es bienvenido.

3. Más foco en el vino terminado

  • Se concentran recursos en el producto final, con análisis de laboratorio que detectan si el vino es apto, está adulterado, etc.
  • La idea es correr el foco del “formulario” a la calidad en copa.

4. Responsabilidad empresaria

El mensaje político de fondo es: “tratemos a las bodegas como adultos, no como sospechosos permanentes; el que haga las cosas mal, que se haga cargo cuando lo agarre el control analítico”.

Riesgos y dudas (los “contra”)

Del otro lado del mostrador, hay varios temores que no son menores:

1. Trazabilidad más débil

  • Sin CIU obligatorio y sin controles en las etapas intermedias, se hace más difícil seguir el rastro desde el viñedo hasta la botella.
  • COVIAR y varias provincias marcan que esto puede dañar uno de los activos más importantes del vino argentino: que afuera confían en que el producto está serio y controlado.

2. Riesgo de adulteraciones y “vino estirado”

La historia de la vitivinicultura argentina ya tuvo episodios de adulteraciones que terminaron muy mal, y cada vez que se relajan controles aparece ese fantasma: ¿qué pasa si el INV llega tarde y el problema ya está en góndola?

3. Competencia desleal

Los productores y bodegas que vienen haciendo todo prolijo sienten que, sin un piso mínimo de control, pueden aparecer jugadores “pícaros” que abaraten costos a costa de calidad, generando una cancha inclinada.

4. Pérdida de información para planificar

Esos registros detallados (ingreso de uva, inventarios, movimientos) no sólo servían para controlar, también alimentaban estadísticas y decisiones de inversión. Ex autoridades del INV advierten que sin esos datos se toman decisiones “a ciegas”. [fuente: Ambito]

La cuenta pendiente: ¿cuánto ahorra el Estado y qué hace con esa plata?

Acá aparece una pregunta que, por ahora, nadie respondió con números sobre la mesa.

En los comunicados oficiales y en las notas de prensa se repiten dos datos:

  • En 2024 el INV emitió 140.000 permisos de tránsito.
  • Hizo más de 5.000 inspecciones a bodegas al año.

Está claro que dejar de hacer todo eso reduce trabajo administrativo y operativo: menos horas de inspectores viajando, menos tiempo cargando datos, menos estructura para procesar expedientes, menos sistemas para sostener esa burocracia.

Lo que no aparece en ningún lado, al menos al momento de escribir esta nota, es:

  • ¿Cuánto representa ese recorte en pesos dentro del presupuesto del INV?
  • ¿Ese ahorro se va a traducir en un menor gasto del Estado o simplemente en reasignar gente a otras tareas?
  • ¿Se va a usar esa plata para reforzar laboratorios y controles analíticos (que ahora son la estrella del sistema)?
  • ¿O va a terminar licuándose en algún otro lado del Estado nacional?

Es una pregunta clave porque cambia la lectura de la medida:

  • Si el ahorro es significativo y se destina, por ejemplo, a mejorar tecnología de control, podría leerse como un cambio de foco más que como un simple recorte.
  • Si el ahorro es marginal en términos fiscales y la principal consecuencia es sólo alivianar la vida administrativa de las bodegas, entonces el eje de la discusión es otro: ¿cuánto vale relajar controles a cambio de ganar velocidad y comodidad?

Te la dejo abierta para abrir debate en los comentarios:

¿Te parece razonable que el Estado suelte estas 5.000 inspecciones y 140.000 permisos por año?
¿Preferirías que el posible ahorro se vea en menos impuestos, en mejores laboratorios, en más controles a la exportación… o en otra cosa?

¿Y ahora qué? Lo que puede venir a partir de 2026

Hay algo importante: la película todavía se está filmando.

  • El INV se sentó en la mesa con Mendoza, San Juan y representantes del sector para escuchar críticas y dudas. Hay bastante acuerdo en aliviar burocracia, pero el CIU y la trazabilidad dejaron ruido fuerte.
  • COVIAR y las provincias productoras piden que se revise la opcionalidad del CIU antes del 1 de enero de 2026. Plantean que hay consenso para mantenerlo obligatorio y que, si se quiere simplificar, se haga mejorando la herramienta, no soltándola.
  • Del lado empresarial, muchas bodegas ven la oportunidad de ganar eficiencia, pero al mismo tiempo reconocen que habrá que diseñar mecanismos propios de trazabilidad y certificación, sobre todo si quieren seguir vendiendo en mercados externos exigentes.

En el medio, está la percepción del consumidor: si la discusión se instala sólo como “menos control = vino más riesgoso”, el golpe de imagen puede ser peor que cualquier formulario extra. Si, en cambio, el sector logra combinar menos burocracia con estándares privados fuertes, el resultado puede ser un vino argentino más competitivo sin perder seriedad.

Para seguir leyendo: fuentes oficiales y documentos

Para quien quiera ir a la fuente original y no quedarse sólo con la interpretación, dejo algunos enlaces útiles:

  • Resolución 37/2025 del INV (Digesto Normativo y derogación de 973 normas, vigencia desde el 1/1/2026), en el Boletín Oficial.
  • Notas explicativas sobre la reforma y coberturas y análisis en medios económicos:
    • BAE Negocios,
    • Infobae
    • Trade News
    • Ámbito
    • Tiempo Argentino
    • Vinetur
    • Los Andes
  • Posición de COVIAR y cámaras provinciales sobre la trazabilidad y el CIU obligatorio.