Cada vez más provincias producen vino en la Argentina.
El vino vive una nueva revolución en la Argentina, más vinculada esta vez a la expansión geográfica que a la explosión de una cepa insignia o a la reconversión de la industria: impulsadas por la derogación de una ley que circunscribía su producción a ciertas regiones, son cada vez más las provincias que albergan producciones vitivinícolas.
La limitación había empezado en 1934, cuando el entonces presidente Agustín P. Justo promulgó la ley nacional de vinos, que prohibió toda comercialización del vino procedente de cualquier región que no fuera Cuyo y las provincias cordilleranas (ver recuadro). Eso desmanteló explotaciones en varios lugares, como por ejemplo Entre Ríos (donde se producía desde fines del siglo XIX).
En 1998 se derogó esa ley y así fue como empezó el redescubrimiento de terroirs en gran parte del país. Hoy el mapa empieza a colorearse nuevamente con los matices de las distintas cepas y ya son 18 las provincias en las que se elabora vino, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). A Mendoza, San Juan, La Rioja, Salta y Catamarca se sumaron Neuquén, Río Negro, Córdoba, La Pampa, Buenos Aires, Tucumán, San Luis, Chubut, Entre Ríos, Santiago del Estero, Misiones, Jujuy y Santa Fe.
El sommelier José Iuliano dice que todas las provincias argentinas son aptas para producir vino. "El principal nicho de producción es la Cordillera de los Andes, de norte a sur. Por otro lado, descubrimos hace poco que en Buenos Aires, con condiciones diferentes, también se puede obtener un muy buen producto", explica.
Claro que cada provincia tiene desarrollos desparejos y características que las pueden hacer más o menos atractivas. "No es lo mismo La Rioja y Catamarca, que están saliendo de un letargo larguísimo, que Salta, que ya está bastante desarrollada. No es lo mismo Chubut, que empieza de a poco a hacer cosas, que Neuquén y Río Negro, que hace mucho que trabajan en esto. El secreto está en encontrar la cepa que exprese mejor cada región, no porque el malbec sea la cepa insignia, tenemos que hacer malbec en todos lados", comenta Iuliano.
Un repaso por las estadísticas del INV da muestras de la nueva tendencia. Neuquén tenía 179 hectáreas plantadas con viñedos en 2000, mientras que en 2017 ya tenía 1758; La Pampa contaba con solo 8 y ahora tiene 275. Algo similar pasó con Buenos Aires (2 antes y 275 en la actualidad), Tucumán (12 y 112), Chubut (0 y 67), San Luis (12 y 103), Entre Ríos (0 y 47), Jujuy (0 y 26) y Misiones (0 y 18).
Un caso pionero en Buenos Aires fue el de Trapiche Costa & Pampa, una de las bodegas de Grupo Peñaflor, que elabora desde 2009 sus vinos en Chapadmalal. Ezequiel Ortego, su enólogo, cuenta que muchos países vitivinícolas tienen desde hace tiempo viñedos en la zona costera, algo que acá faltaba. "Nos estábamos perdiendo una parte de la película. Por eso nos instalamos acá, lo que además nos permite ampliar la frontera productiva", dice.
Con lluvias de 1000 milímetros anuales (cuatro veces más que en Mendoza), Costa & Pampa se convirtió en el primer viñedo secano del país (que no necesita riego artificial). "Nos sorprendió la calidad que logramos y, en este momento, tenemos a la venta pinot noir, pinot grigio, sauvignon blanc, chardonnay, albariño, riesling y gewürztraminer", detalla Ortego.
En el sudeste de La Pampa, en tanto, se destaca Bodega del Desierto. María Loson, su managing director, afirma que se eligió esa zona porque reunía todas las condiciones esenciales de clima y suelo. "Además, en 2000, cuando empezamos, la provincia ofrecía buenas perspectivas para emprendimientos agroindustriales. Pero muy pronto nos dimos cuenta de que estábamos ubicados en un lugar excepcional", acota.
En suelo pampeano esta bodega encontró desierto extremo, soleado, ventoso, muy seco y con enormes diferencias de temperatura entre el día y la noche. "Eso asegura un viñedo naturalmente sano y un período de madurez gradual, prolijo, que permite generar lentamente los mejores colores, aromas y sabores en las uvas y los vinos", destaca Loson.
A la hora de buscar otras latitudes de la provincia pampeana en la que se puede desarrollar la vitivinicultura, Loson señala que no son muchas las opciones. "El gran problema de nuestra región es el acceso al agua para el riego. Por eso creemos que sólo a orillas del Río Colorado (el más importante de la provincia y su límite sur) puede desarrollarse la vitivinicultura a cierta escala", indica la ejecutiva.
Un recorrido al azar por el mapa lleva hasta los Valles Calchaquíes. Allí, entre muchas otras, está Bodega El Esteco, que tiene dos bodegas (una en Cafayate y otra en Chañar Punco) con las que abarca tres provincias (Salta, Tucumán y Catamarca). "En nuestro caso particular, lo que hay de especial es la altitud, porque estos valles están entre los 1700 y los 3000 metros sobre el nivel del mar. Eso los posiciona entre los valles vitivinícolas más altos del mundo", subraya Alejandro Pepa, enólogo de El Esteco.
Según opina Pepa, cada lugar se va ganando en la vitivinicultura un espacio diferente. "En El Esteco tenemos un abanico amplio de vinos: en blancos nuestra principal uva es la Torrontés, luego viene la chardonnay y sauvignon blanc; mientras que en tintos, las cuatro principales son malbec, cabernet sauvignon, merlot y tannat", enumera.
Este enólogo confirma que hubo un crecimiento de la actividad vitivinícola en esta zona del país, sobre todo en bodegas pequeñas y boutiques. "Lo que tiene el valle es que se volcó a vinos de alta gama. Esto posiciona a la región en una categoría de vino muy buena. Pero, hay que tener en cuenta que representa solo 2% de la vitivinicultura argentina", aclara.
También La Rioja tiene lo suyo. Andrew Noble, gerente comercial de la bodega Valle de La Puerta, relata que eligieron la región porque pensaban plantar olivos (esa tierra es ideal para eso), pero pronto se dieron cuenta de que el vino daría frutos más rápidos. "Así que, en 2001, decidimos invertir más y construimos la bodega con capacidad para un millón de litros, que luego ampliamos en 2005, usando la última tecnología", indica.
A la hora de hablar del diferencial de los vinos riojanos, Noble opina que tienen como característica principal la fruta. "Exhiben aromas y sabores frutales que se expresan sin límites en cada copa. Esto se debe a las características de nuestro terroir, zonas áridas semidesérticas de suelos francoarenosos y un clima caluroso de sol intenso con poca lluvia", describe el ejecutivo.
Más allá del factor clave de la derogación de la ley de Justo, Noble subraya otra característica de la industria en sí que está propiciando esta expansión entre provincias. "En mi opinión la producción bodeguera está íntimamente relacionada con la aventura y el desafío de lograr producir vino de calidad en zonas inhóspitas, y por eso muchos emprendedores exploran en nuevas zonas", fundamenta.
En el Alto Valle de Río Negro, en tanto, está Bodega Humberto Canale. Su presidente, Guillermo Barzi, dice que se trata de la zona más fría del país, ideal para las variedades de ciclo medio y corto. "El merlot y el pinot noir se manifiestan maravillosamente, al igual que el semillón, el sauvignon y el riesling. "Son todos vinos frescos, equilibrados en alcohol y acidez", concluye Barzi.
Esto es apenas una muestra de la diversidad vitivinícola del país, que, como se dijo, fue cortada por ley en 1934. Ahora sí, luego de una oscura época que duró 64 años, se puede degustar malbec, merlot, cabernet sauvignon, tannat y chardonnay de Córdoba; syrah, cabernet franc, malbec y chardonnay de La Pampa; malbec y torrontés de Tucumán, y chardonnay, syrah, malbec y merlot de Entre Ríos. Estas son solo algunas de las más de 20 cepas que se producen en 18 provincias argentinas, cada una con su toque particular.
Por: Carlos Manzoni.
Fotos Web..
No hay comentarios:
Publicar un comentario