domingo, 7 de marzo de 2021

Guía para descubrir la ruta del vino cordobés.

Guía para descubrir la ruta del vino cordobés.

Instrucciones para recorrer el polo vitivinícola menos conocido del país. Circuito de bodegas y restaurantes en tres regiones clásicas. 

¿Quién se ha tomado todo el vino? ¡Por algo se lo preguntaba tanto la Mona Giménez! Por las venas de los cordobeses corre tanto vino como Fernet, y desde mucho antes. La tradición vitivinícola de esta provincia comenzó en el siglo XVII, de la mano de los jesuitas, instalados en la zona de Jesús María. Allí sembraron sus vides e hicieron el vino que proveían a todos los misioneros de su orden, instalados en la Argentina.

La vitivinicultura cordobesa tuvo un nuevo impulso con la llegada, a fines del 1800, de los inmigrantes friulanos (de Friuli, Italia), fundadores de Colonia Caroya. Ellos trajeron una gran variedad de cepas e hicieron sus propios vinos, dando origen a decenas de bodegas familiares.

¿Por qué la industria no creció como en Mendoza o Salta? Porque esas provincias, por las características de sus suelos y el clima, tuvieron que salir a buscar qué cultivar. En cambio, Córdoba es una tierra muy productiva y otros cultivos más rentables tomaron la cabecera. Hoy muchos propietarios de bodegas de la provincia son productores agropecuarios que decidieron destinar algunas parcelas al cultivo de la uva y producir vino para despuntar el vicio. Como suele sucederle a todos los que entran en el rubro, lo que empieza como un hobby termina siendo una obsesión.

Muchos mendocinos expertos asesoraron a las bodegas cordobesas consiguiendo, en los últimos diez años, poner a los vinos de la provincia a la altura de los mejores del país.

El vino en Córdoba permite disfrutar de una experiencia única que combina paisajes serranos, bodegas y cavas para degustar excelentes varietales, todo esto en combinación con su historia. Hay 21 bodegas abiertas al público -a 12 de ellas se las puede visitar virtualmente en la página de Córdoba Turismo- y todas se encuentran entre 30 y 130 kilómetros de Córdoba capital. Las rutas son buenas y los paisajes únicos pero, atención, porque en esta provincia el nivel de alcohol permitido en sangre para circular es cero. La gobernación ofrece un recorrido de cinco días por las principales regiones vitivinícolas, alojamiento y transporte incluido. Estas son las principales zonas para conocer lo mejor que el vino cordobés tiene para ofrecer.

El vino en las Sierras Chicas.

En Colonia Caroya empezó todo. En la Estancia Jesús María, uno de los enclaves jesuíticos más antiguos de la Argentina, se exhiben las máquinas que se utilizaban en la época para moler las uvas y hacer el vino; y también hay registros escritos originales de todos los inmigrantes friulanos que llegaron a la zona. Ellos fundaron Colonia Caroya y la convirtieron en su nueva patria. De ellos es la receta del famoso salame que se ganó el sello de Identificación de Origen. Entre otras cepas, trajeron la uva Isabella –también llamada Frambua o Chinche- que al día de hoy sigue siendo un emblema de la vitivinicultura de la provincia.

Una de las primeras bodegas de la zona, fundada en 1929, fue Nanini y estuvo en manos de la familia homónima por cuatro generaciones. En 2015, la adquirió la familia Mizzau, hizo una importante inversión en tecnología y la re fundó con el nombre Terra Camiare (Camiare es como se llamaba a los comechingones de sur, pueblos originarios de la zona). Hoy es una de las bodegas más importantes de Córdoba, tanto por su infraestructura como por su enología, a cargo de Gaby Campana. Recientemente sus vinos recibieron excelentes puntajes en la prestigiosa guía Descorchados. Los elegidos fueron un semillón, un white blend y un malbec sin madera, criado en huevos de cemento, un procedimiento que es tendencia en la enología mundial. La bodega ofrecen visitas guiadas a sus viñedos y áreas de producción, con degustación final de sus vinos. Terra Camiare también tiene un muy buen restaurante, Los Socavones, donde las brasas son protagonistas.

También en Colonia Caroya, el bar 9 de Julio es uno de los rincones obligados. Allí se elabora el famoso salame con Identificación de Origen, con 60% de carne vacuna (una incorporación del nuevo mundo) y 40% de cerdo. Luego se deja madurar bajo tierra, en un sótano a 18º con 70% de humedad, durante 20 días. Todos los años en noviembre se festeja la Fiesta del Salame Típico, una tradición caroyense.

Las uvas de Traslasierra y San Javier.

Es una de las zonas turísticas más concurridas de la provincia por lo deslumbrante de su naturaleza y lo pintoresco de su pueblo.

Entre las bodegas de la zona, hay una que es un paraíso: Aráoz de Lamadrid. No es una metáfora: en sus cinco hectáreas de monte nativo tiene viñedos, jardines con flores silvestres y hierbas aromáticas, 30 estanques con flores acuáticas, un cactario con más de 400 especies y hasta un pavo real. Allí también está la posada, con cabañas individuales decoradas con artesanías y esculturas de artistas de la zona.

Su dueño, Goyo Aráoz de Lamadrid, lleva adelante personalmente las visitas guiadas y la pasión con que cuenta su proyecto de vida (y de vinos) es parte de la experiencia. Lo último es la degustación de vinos y fiambres de la zona, en una hermosa galería rodeada de viñedos y un enorme estanque con nenúfares y lotos.

La bodega también tiene su restaurante pero afuera de la finca, en La Población. Se trata de Peperina, hoy a cargo Alejandro “Nitu” Digiglio, un chef formado en El Bulli que, a principios de los 2000, agitó la escena gastronómica porteña con La vinería de Gualterio Bolívar.

Para alojarse se recomienda, a pocos kilómetros de San Javier, la estancia La Constancia. Data de 1897 y fue construida por María de la Plaza (sobrina de Victorino) porque las bondades del clima eran propicias para curar la tuberculosis de su esposo. Hoy sus dueños continúan con la misma filosofía y, además del hospedaje tradicional, ofrecen retiros de bienestar guiados por un auténtico monje shaolin –un salteño formado en la China- experto en medicina china, chi kung, y meditación.

Bodegas en Valle de Calamuchita.

Colinas ondulantes, pueblos con años de tradición (La Cumbrecita y Villa General Belgrano) y el imponente dique Los Molinos, convierten a esta zona en una de las más elegidas por el turismo. Es además una de las regiones vitivinícolas de la provincia donde mayores inversiones se han hecho en producción de uva y enología, por lo tanto es un destino obligado para los amantes del vino.

Hay tres bodegas para visitar: Río del Medio, Famiglia Furfaro y Vista Grande.

Río del Medio es la más pequeña, propiedad de una pareja que decidió dejar la vida empresaria e invertir en este proyecto familiar, que hoy tiene un Malbec y un Sauvignon Blanc premiados.

Vista Grande, la más moderna de todas, tanto por la construcción de la bodega y el diseño de sus etiquetas como por la experimentación con sus vinos. Tienen un naranjo interesante y un Sauvignon Blanc que es de lo mejor de la zona.

La bodega Famiglia Furfaro tiene una mayor escala de producción y una línea de vinos más extensa, también con excelentes ejemplares, como su Cabernet Franc. Sus visitas guiadas están conducidas por Hugo Furfaro, uno de los hermanos propietarios que vive en Torino, Italia, con grandes dotes de comediante. Vino y humor combinados, ¿acaso hay algo mejor?

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