domingo, 17 de octubre de 2021

Susana Balbo: “Una carrera exitosa no está en conflicto con la maternidad”.

 

En el marco del Día de la Madre, Los Andes habló con la bodeguera que hoy comparte el trabajo con sus dos hijos. Su experiencia con la maternidad, la combinación con la enología y otros temas desarrolló durante la charla.

Como cada tercer domingo de octubre, este 17 se celebra el Día de la Madre. Y si hablamos de una de las madres de la enología argentina, el nombre de Susana Balbo surge de inmediato. En el año 1981 fue la primera mujer del país en conseguir el título de enóloga y desde ese momento forjó una exitosa carrera que combinó con la maternidad de José (37) y Ana (35), quienes hoy forman parte de Susana Balbo Wines, la bodega que ella misma fundó.

Pionera también en el plano internacional, la empresaria ha sido distinguida como una de las 50 mujeres con más influencia en el mundo del vino, mejor bodeguera, mujer del año, entre tantos otros. En una charla con Los Andes habló de esta exitosa carrera y la combinación de la crianza de sus hijos, así como la incorporación de ellos a la empresa, su legado y más.

- ¿Cómo ha sido combinar la maternidad con una carrera tan exitosa?

- Cuando trabajaba como empleada tuve la suerte de tener un jefe y dueño de una empresa que era padre de seis hijos y entendía que las mujeres necesitamos mayor flexibilidad que un hombre para trabajar. Lo que él más valoraba era mi capacidad de trabajo y talento y me permitía llevar a los chicos a la bodega. José y Ana salían conmigo en Cafayate a las seis de la mañana, ya sea invierno o verano, una en cochecito y el otro recién dando sus primeros pasos. Tenía esa flexibilidad y lo pude hacer en esa época.

Cuando comencé mis proyectos propios, el primero fue con el papá de los chicos y nos fue bastante mal. Era duro porque teníamos que viajar y nos turnábamos para ver quien iba porque dejar a los chicos solos no es sencillo.

En el segundo, el proyecto que realmente ha sido exitoso, los chicos ya se habían ido estudiar. Comencé la bodega cuando tenía más de 40 años y mis hijos ya eran adolescentes o estaban entrando a la Universidad. Eso me permitió hacer un desarrollo interesantísimo porque no tenía la preocupación de su crianza.

- ¿En algún momento fue un impedimento el hecho de ser madre para su desarrollo profesional?

- No, nunca lo fue. Siempre he dicho que una carrera exitosa no está en conflicto con la maternidad. Es una cuestión de organizarse y creer en uno mismo. Muchas veces, cuando las chicas tienen que decidir si son madres, piensan que van a quedar fuera del círculo de competencia y la posponen, a veces, demasiados años. Creo que no vale la pena pagar ese costo porque hay formas de hacerlo. Durante la pandemia se ha demostrado la posibilidad del trabajo a distancia y que una mujer puede ser tan productiva trabajando desde su casa como sentada en una oficina.

No está reñida la maternidad con una carrera exitosa. La lucha es más interior, en las inseguridades que la mujer pueda tener con respecto a su talento y sus capacidades por el solo hecho de ser mujer, el famoso techo de cristal, algo que solo está en nuestra cabeza. Nos dejamos amedrentar por los inconvenientes, pero todos, hombres y mujeres, tienen inconvenientes. Hoy todo se ha equiparado y creo está muy organizada la sociedad para que se pueda desarrollar el núcleo vital que es la familia y a la vez una actividad profesional que te gratifique y que cuando los chicos crezcan te permitan seguir ocupada en eso y no sufrir el síndrome del nido vacío.

- ¿Qué puntos de contacto tienen la enología y la maternidad?

- Siempre dije que hacer un vino es como tener un hijo. Primero lo soñás, luego lo concebís -en el viñedo-, después tenés la crianza -en la bodega- y finalmente lo mandás al mundo a que haga su propia vida. Esto no quiere decir que minimice la maternidad, pero es como un sueño cumplido de poder concretar un deseo y volcar todo el amor y el cariño que produce la enología. Se trata de una carrera que genera un compromiso afectivo que no tienen otras profesiones más áridas, porque trabajas con materia viviente.

- ¿Cómo fue la incorporación de sus hijos a la bodega?

- Es hermoso trabajar con los dos hijos, muy lindo realmente. Fue una decisión personal de ellos. Los dos empezaron trabajando en otras empresas. Anita estaba en Buenos Aires, en Price Waterhouse en el área de Finanzas. Hablando muchas veces con ella respecto a lo que era el proyecto de la empresa y la familia, empezó a demostrar más interés en comenzar a venir a Mendoza. Finalmente, ella comenzó a venir cada tanto, trabajaba 15 días acá, después volvía a Buenos Aires, hasta que terminó viniéndose. Creo que tira la tierra, la familia, los amigos y creo que también fue fundamental el amor, porque acá estaba la persona que hoy es su esposo y el padre de sus tres hijos. En 2012 se sumó a la empresa y ella empezó su propio proyecto vinculado con el restaurante. Comenzó a tomarle el gustito a emprender por cuenta propia y la veo muy contenta.

Por su parte, José, estudió enología en la Universidad de Davis en California y también en China. Apenas volvió al país le costó un poco adaptarse porque el haber vivido afuera le dio una visión distinta y organizada y le molestaba mucho la falta de cumplimiento de la gente. Al principio se hizo cargo de una bodega y estaba con el proceso de reconstrucción y le tocaba lidiar con trabajadores que no respetaban los horarios o no cumplían con su palabra. Le costó mucho acostumbrarse a la informalidad del trabajo de Argentina. Después de esto, en 2010 decidió venir con nosotros, porque realmente no tenía mucho sentido que trabajara fuera de la empresa cuando tenía la suya propia. Pero él había querido hacer experiencia afuera antes de trabajar con nosotros y lo respetamos.

- ¿Cuál es la mejor parte de hoy estar trabajando con sus hijos?

- La libertad que tengo -risas-. Yo voy y vengo y ellos están a cargo de la empresa. Eso me permite disfrutar de una libertad que no tenía cuando estaba comenzando la bodega. Hoy tengo un equipo fantástico del que hoy forman parte mis dos hijos que me permiten elegir trabajar en la empresa en lo que más me gusta y dejar el resto para los otros.

- ¿Cuál es legado que Susana Balbo quiere dejar para sus hijos y nietos y para la vitivinicultura?

- La pasión por hacer. Me sentiría muy feliz de saber que le pude legar a mis hijos y mis nietos esto. No importa lo que hagan, pero tiene que estar la pasión por hacer, por ser útiles a la comunidad, poder ir más allá de tu pequeño entorno. Se trata de ser útil para el país en el que vivís, la comunidad en la que te desarrollas y hacer todo lo que uno pueda.

PERFIL. Susana Balbo es madre de José (37) y Ana (35). En 1981 se convirtió en la primera mujer enóloga del país al recibirse con honores en la Facultad de Enología de Don Bosco. Aunque el comienzo no fue sencillo, su camino lo inició en la bodega Sucesión Michel Torino en Cafayate, donde comenzó a forjar su mote de “la reina del Torrontés”.

En 1999 fundó su propia bodega en Mendoza, Susana Balbo Wines. Ha sido distinguida de manera nacional e internacional en reiteradas oportunidades por sus vinos y también por su carrera profesional. También fue durante mucho tiempo presidenta de Bodegas de Argentina y entre 2015 y 2019 incursionó en la política como Diputada Nacional.

PUBLICADO EN GUARDA 14 DEL DIARIO "LOS ANDES" DE MENDOZA, Domingo 17 de octubre de 2021.

https://www.losandes.com.ar/guarda14/susana-balbo-una-carrera-exitosa-no-esta-en-conflicto-con-la-maternidad/

domingo, 10 de octubre de 2021

¿A qué nos referimos cuando hablamos de vinos de colección?

 

¿A qué nos referimos cuando hablamos de vinos de colección?

Son el puñado de vinos que tienen valor de reventa. Su reputación en el mercado es clave. Aunque cueste creerlo, en algunos casos es mejor no beberlos.

Hay una categoría de vinos que aún teniendo bordes difusos le da vida al mundo del vino desde hace un par de siglos. Son los llamados vinos de colección o coleccionables. Esas botellas que un puñado de bebedores decide atesorar por las razones que sólo el coleccionista maneja. O casi.
Porque en el fondo un vino de colección reconoce algunas reglas a las que está suscripto. Esas reglas están dadas por el mercado que los compra y los vende, pero sobre todo, porque los compra y vuelve a vender más de una vez. En pocas palabras son el puñado de vinos que tienen valor de reventa. Pero ahí no termina la cosa. Recién comienza.

Puestos a analizar qué tiene un vino para ser un vino de coleccionable hay que recorrer las no tan específicas reglas que unen a esos raros vinos que la gente muere por tener, a tal punto que incluso llega a no beberlos. Sí, leíste bien: en algunos vinos es mejor no beberlos.

A esa categoría empieza a ingresar Argentina.

La reputación.

Construir una reputación lleva muchos años. Y está asociado a muchas cosas, como el prestigio del productor, la capacidad de sostenerlo en el tiempo y las añadas que respaldan ese trabajo. En general, y ahora desde el punto de vista del mercado, los productores de vinos singulares –no de porfolios amplios– adquieren más rápidamente esta reputación. La ecuación de un gran vino y de elevados puntajes por la crítica internacional –como los que hoy reciben algunos vinos argentinos–, un único viñedo y la suma de los años parece la más probada. De hecho, es lo que buscan los comerciantes de este tipo de vinos. Es el modo bordelés de construcción.

Cuando todo eso se alinea y el vino se convierte en un objeto de deseo, se forma la tan ansiada reputación. En vinos de Francia, por ejemplo, los casos paradigmáticos con Pétrus –un vino, un viñedo, un productor y una región– pero también casas como Lynch Bages, Ozone o Angelus funcionan como buenos ejemplos.

La identidad.

Puede haber sutiles cambios. Puede darse que las añadas se marquen entre los diferentes años de la vida de un vino. Y puede darse incluso que cambien las etiquetas. Pero a la hora de construir un vino de colección lo que permanece es más importante que lo que se renueva. Es un mundo conservador, es verdad, pero sólo así se consolida una tradición y una reputación.

En los grandes vinos de colección todo parte del terroir: es decir, a la combinación de suelo, clima y vid, junto con la conducción del hombre. Ahí está la gran explicación a todo lo que atraviesa la vida del vino, la que abona a la singularidad y también a la escasez.

La escasez.

Siempre que algo es limitado tiene un precio atado a la demanda. Si esta crece, aumenta el precio. Por eso no hay vinos de colección si un concepto de escasez o de limitación a la producción. El terroir es también una variable clave en esta ecuación. Un viñedo determinado de una región no puede dar más que un determinado número de botellas. Y ese límite garantiza la escasez siempre que crezca la demanda. Y la demanda, hay que decirlo, depende de la reputación, que depende a su vez del precio.

El precio.

En ese equilibrio fino de variables, la dificultad para el productor es entrar en el eslabón justo que garantiza que la rueda gire como está mandado. Y el precio es uno de esas variables determinantes. Ningún vino de colección puede arrancar a un precio bajo. Pero tampoco puede hacerlo con la sola ambición del precio. Construirlo de forma creíble es uno de los elementos más difíciles. Si el terroir es diferenciado, si la marca suma valor, si la escasez garantiza la demanda y la demanda de un vino se tensa por la reputación, luego el precio está garantizado en su puja ascendente. Y si crece, todo el circuito se vuelve positivo.

Todo esto está sucediendo hoy en Argentina con la suma de puntajes altos, con el interés de plazas comerciales y con una demanda creciente sobre algunos vinos, sea a nivel doméstico como internacional. No falta mucho para que en las cavas del mundo Argentina tenga su rincón de prestigio. Aunque el cuento recién comienza.

Los que más saben de vinos de colección son los comerciantes de La Place de Burdeos. Es un sistema en el que los négociants –así se llaman– compran a un precio fijo directo del productor de vino cuya reputación se encargan de construir. Como venden los Chateaux más prestigiosos del mundo, tienen de clientes a los coleccionistas. La novedad es que en los últimos años comenzaron a vender vinos de Chile y Argentina.

PUBLICADO EN EL DIARIO "LA MAÑANA DE NEUQUÉN", 9 de octubre del 2021.

https://www.lmneuquen.com/a-que-nos-referimos-cuando-hablamos-vinos-coleccion-n850495

lunes, 4 de octubre de 2021

Bodega y Viñedos Hijos de Miguel Nonnenmacher S.C.C.

 

Afiches de bordelesas de vino de la Patagonia Norte
 

Por Federico Witkowski.
 


Bodega y Viñedos Hijos de Miguel Nonnenmacher S.C.C.
Don Miguel Nonnenmacher, nativo del Alto Rin, región de Alsacia (en alsaciano ’s Elsàss) –que hasta mediados del año 1919 perteneció a Alemania–, decide partir envuelto en torbellinos de esperanzas hacia el sur del planeta, llegando a la Argentina en el último lustro del siglo XIX.
Después de haber estado en Buenos Aires y Bahía Blanca, en el amanecer del siglo XX viaja hacia el Alto Valle de Río Negro y se instala en el Km 1181 –circunscripción de lo que hoy es Gral. Fernández Oro–, y después, con los ahorros acumulados tras trabajar a destajo todos los días de la semana, se le presentó la oportunidad de comprar tierras en bruto en el Km 1120, el que a partir del año 1927 pasa a denominarse Ing. Luis A. Huergo.
Desde Fernández Oro viaja asiduamente a Ing. Huergo para desmontar y emparejar su parcela de tierra. Así, luego de poner bajo regadío esa tierra sedienta y burbujeante, flanquea ambas orillas de las acequias con cortinas de álamos, las que rápidamente empezaron a verdear y siembra con alfalfa todos los cuadros.
El cultivo de la alfalfa fue algo muy típico en el Alto Valle del Río Negro, a medida que se ponían bajo regadío nuevas áreas las mismas se iban sembrando con alfalfa –hacían 2 ó 3 cortes por temporada para la producción de forraje y luego se la dejaba florecer y cuajar para la producción de semilla–; esto dio lugar al denominado “ciclo de la alfalfa”.
Pero don Miguel, íntimamente consustanciado con la actividad vitivinícola de su Alemania natal –esa tierra conocida por los muy aromáticos vinos Gewürztraminer y los imponentes Riesling–, decidió luego implantar su chacra con viña y para el año 1927, con la uva de su primera vendimia, inauguró la bodega de 250.000 litros de capacidad.
Entonces, ante su primer vino don Miguel pudo celebrar el triunfo de las superaciones de sí mismo y brindar con la copa desbordante de ese vino, símbolo del trabajo arduo y honesto, que saboreó en paz.
A partir de 1936, los vinos comienzan a comercializarse bajo la prestigiosa marca La Alsaciana.
Del viñedo comenzó a fluir incesante la vendimia, lo que le fue obligando a ir incrementando la capacidad de infraestructura bodeguera hasta alcanzar 1.500.000 de litros, pero regularmente elaboraban 1.200.000 litros de vino por temporada. Se producían vinos de mesa en sus tipos: tinto, clarete, rosado y blanco. La zona de comercialización abarcaba el grueso de nuestra región, Comodoro Rivadavia, Trelew, Bahía Blanca, La Pampa y La Plata.
Además, han envasado vino con la etiqueta Río Bravo para Cabaza, Pirri Siracusa & Cía. S.C.C. en botellas de 930 cc.
Don Miguel, aunque gozaba de una posición económica consolidada, no regresó nunca a su lugar de origen, quizá era por eso que de tanto en tanto envuelto en un denso aire sentimental extrañaba esos días grises y preñados de lluvia de su comarca natal. ¡Esa tierra que no había olvidado!
En 1980, tratando de capear la crisis vitivinícola regional, la firma se unió a otras bodegas de la localidad y aledaños, comercializando los vinos bajo una única marca: Huergo.
No obstante, el esfuerzo intentado fue efímero y en el año 1988 la bodega clausura definitivamente sus lagares, poniéndole fin a un ciclo vitivinícola de más de 60 años.

domingo, 3 de octubre de 2021

 Bodega y Viñedos Sociedad Cooperativa Viti-vinícola Luis A. Huergo Ltda.



Bodega y Viñedos Sociedad Cooperativa Viti-vinícola Luis A. Huergo Ltda.
El surgimiento de las entidades solidarias empezó en la Patagonia con La Reginense – Cooperativa Vitivinícola, Frutícola y Hortícola Colonia Regina Ltda. el 13 de diciembre del año 1929 y dos días después con la formación de la Cooperativa Vitivinícola La Picasa Ltda. y a éstas 2 organizaciones de espíritu de responsabilidad solidaria les siguió, cronológicamente, la Sociedad Cooperativa Viti-vinícola Luis A. Huergo Ltda., fundada el 7 de agosto de 1931.
Fueron 41 productores vitícolas los socios fundadores de esta institución, quedando designados: don Pedro Ferrer como Presidente del Consejo Directivo, Enrique M. De Grossi (Vicepresidente), Antonio Garbín (Secretario), Calixto Martín (Tesorero), Juan T. Fernández (Prosecretario), Juan Bengoechea (Protesorero) y Vicente Pagliaccio, Luciano González, Francisco Villanueva y Emilio Cipollari (Vocales titulares).
La bodega se construyó en los solares que les fueron cedidos por la Dirección de Tierras de la Nación –los que reunían una superficie de unas 2,5 ha.–, comenzando rápidamente a erigir el primer cuerpo que quedó constituido por 26 piletas de 15.000 litros cada una, reuniendo una capacidad total de 390.000 litros.
Esta comunidad de “gallegos”, denominada así por la gran cantidad de españoles que se afincaron en la misma, provenientes de Castilla, Valencia, Andalucía, Asturias y Provincias Vascas, ha sido protagonista en la arena del sistema solidario y artífice de arrancarle vida al desierto inerme y convertir a Ing. Luis A. Huergo con sus viñedos en un valle de sueños verdes.
La bodega tras distintas ampliaciones que fue sufriendo a través del tiempo llegó a acumular una capacidad de vasija de 4.500.000 litros.
Entre los productos elaborados –vinos tintos, blancos, claretes y rosados– se han destacado: su popular vino de mesa El Lobo de Río Negro; asimismo, poseía una famosa línea de vinos finos que salían a la venta con la etiqueta Viejo Lobo y su muy buen vino espumante Grand Loup. Además, envasaban vino de mesa clarete con la etiqueta La Favorita del Sur que era distribuido exclusivamente por José Ferravante y también han embotellado vinos con las etiquetas Marijor y Paimún.
Tras las distintas y sucesivas crisis que experimentó la actividad vitivinícola regional, esta cooperativa muele su última cosecha en el año 1993 y al año siguiente solicita su baja ante el I.N.V.
En el año 2004 la ex bodega fue adquirida por la firma reginense Jugos S.A. para el almacenamiento de parte de la producción de jugos concentrados de peras y manzanas.
Afiches de bordelesas de vino de la Patagonia Norte