MADUREZ CON HIDALGUÍA: CRECE EL CAMPO ESTILÍSTICO DEL
TORRONTÉS.
De vino del año a blanco serio y de guarda, el Torrontés
ofrece ahora algunos exponentes que resisten el paso del tiempo. Qué rol
cumplen el estilo y el terruño en este proceso de envejecimiento en el que no
se sacrifica vitalidad.
Cuando un vino envejece bien se gana el respeto de los
bebedores. Esa es una regla que está largamente probada en el mundo, donde
vinos como los de Barolo (Italia) o Burdeos (Francia) se han ganado el
prestigio que atestigua el polvo depositado sobre las botellas.
Es un juego en el que está enzarzado el Malbec argentino en
los últimos años, y en el que va ganando terreno, pero también uno en el que
prácticamente nadie esperaba que pusiera una ficha el Torrontés Riojano, más
conocido como Torrontés a secas.
De hecho, una de las críticas que suele hacérsele al
Torrontés es que muere rápido. Es raro encontrar una botella con uno o dos años
que esté en plena forma. En las generales de la ley, los aromas de rosas y
azahar, tan atractivos al comienzo, con el paladar ágil y vibrante, viran
rápido hacia las notas de naranjas mustias y pomelos secos, que terminan
emparejando el sabor a los de un vino tardío, pero con paladar delgado y apenas
hueco en el centro.
Eso es así para ciertos estilos de Torrontés. Y ahí es donde
la cosa empieza a cambiar de la mano de otros estilos. De hecho, algunas
botellas ya dan buena cuenta de ese salto hacia la guarda y pude probarlas a
comienzo del mes pasado, cuando realicé una cata vertical de Susana Balbo
Barrel Fermented desde 2015 a 2023.
La idea misma de la cata era probar la resistencia y
crecimiento en el tiempo. No me defraudé.
Una de las críticas que suele hacérsele al Torrontés es que
muere rápido.
En este viaje por nueve añadas, pasaba lo que pasa con los
grandes vinos: cada botella habla de los años, ofrece versiones de las cosechas
y de cómo evolucionaron los sabores desde las hierbas y las flores, en este
caso, hacia matices de cera de abeja, tomillo y menta; y cómo el paladar
estridente del comienzo se vuelve envolvente.
Lo notable es que no había ningún rastro de cítricos maduros
o secos, ni de fatiga. Todo lo contrario: vinos atléticos y vitales, incluso
para los más viejos. Fue como encontrar el hilo de Ariadna.
El Torrontés y los límites de terruños.
El Torrontés Riojano es una uva criolla descrita por primera vez por el naturalista Damián Hudson a mediados del siglo XIX en los Anales de la Sociedad Rural Argentina.
Hudson tomó prestado el nombre de unas variedades españolas
que comparten, con variantes, la raíz: Turruntés (Rioja), Torrontés (Galicia),
Torontel (Castilla y León).
Para más confusión, en nuestro país hay tres variedades
criollas con nombre de Torrontés: el Riojano (con casi 8000 hectáreas
plantadas), el Mendocino y el Sanjuanino, de poco predicamento.
Puesta en perspectiva, la diferencia entre un Torrontés que
envejece y otro que muere pronto no es un asunto de la variedad, como siempre
se esgrimió en su contra. Es un asunto de estilo y de terruño.
En cuanto al terruño, hay lugares en donde el clima, el sol
y las labores culturales, hacen que el Torrontés resulte sabroso cuando se lo
cosecha en el punto de las rosas y el azahar, justo cuando comienza a
desbalancear el resto de las variables, como la acidez y los matices que dan
vida en el largo plazo.
Ese es el modelo del Noroeste argentino (con muy logradas
excepciones), que da blancos explosivos y llenos de sabor, ideales para un
tapeo o para beber frío y a la sombra en los veranos calurosos.
Pero hay otros estilos y lugares que se están explorando
ahora. Uno en el que el clima permite cosecharlo con un perfil más herbal,
entre la albahaca y el jazmín. Uno que nace del frío, sea en la altura o en el
sur profundo, y que cuando es joven ofrece una boca llena, refrescante y con
cierto graso.
Por ahora son unos pocos, de los que el Torrontés Barrel
Fermented de Balbo es punta de lanza, pero al que se suma Gran Enemigo
Torrontés 2020, Alta Yarí Torrontés 2022 y Otronia Lagunar Torrontés 2021 entre
los que vienen del sur.
Apertura estilística.
La gracia de este nuevo escenario para el Torrontés es que
abre la paleta de estilos. Mientras que unos son joviales y llenos de energía y
juventud, perfectos para beber en la temporada, los otros comienzan a cimentar
un prestigio en la guarda. Desde ya que los precios son distintos entre ambos
grupos.
Pero esa es la magia. Ya existían varios Torrontés Tardíos,
que perdían por falta de acidez; ya existían los Torrontés con madera, aunque
no siempre maridaron bien entre sus partes; y también existían festivos y
carnavalescos de temporada, que forman el grueso de la oferta.
A ellos se sumaron la última década, pero en particular
desde 2019 cuando apareció un puñado, una nueva vertiente que tiene, al menos
en sabor, un guiño a los blancos de Alsacia, con paladares amplios y vibrantes
de acidez, llenos de sabores ligeramente exóticos.
Entre todos ellos una cosa queda clara: el Torrontés, lejos
de perder predicamento entre los productores, está en medio de una renovación
estilística que promete. Al menos ahora, nadie podrá acusarlo de no tener
potencial de guarda. Y ese es un perfecto punto de partida.
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