EL MISTERIO DE LAS UVAS HÍBRIDAS Y UN VINO EXÓTICO LLAMADO FRAMBUÁ.
Suena a libro de Harry Potter y es cierto que tiene magia. Pero si agarrás la varita mientras bailás cuarteto te podés tomar un vino con gusto a chicle. ¡Expecto Patronum!
Quien haya puesto los pies en Colonia Caroya, Córdoba, seguro se trajo dos sabores en la memoria: el de los increíbles salamines y el de un exótico vino que tiene un marcado gusto a chicle frambuesa conocido, no exento de ingenio mediterráneo, como el vino Frambuá.
En los salamines hay pocos secretos más que cuidadas recetas ancestrales traídas por los inmigrantes del Friuli que poblaron la región. El vino Frambuá, en cambio, encierra todo un mundo en el que vale la pena poner el ojo y posar los labios.
Vino Frambuá, otra ronda
Colonia Caroya es el epicentro del cultivo de uvas en Córdoba. Desde hace poco más de una década, en la región ganan terreno las uvas viníferas, tal como sucedió hasta la década de 1930.
En un recorrido por la zona uno se topa con viñedos prolijos como los de la bodega La Caroyense o los de Terra Camiare, que reflota de paso la tradición local de vinos con una linda bodega reciclada.
Pero también en Caroya uno se cruza con una rara uva, poco conocida para los amantes del vino, llamada Isabella. Con ella se elabora el Frambuá. Y no es una uva común, una vitis vinífera: es un híbrido, una uva que mezcla especies. Aquí empieza la parte buena de la historia.
Una plaga devastadora.
Así como Charles Darwin se embarcó en el Beagle para estudiar la fauna y flora del mundo, en el siglo XIX muchos otros naturalistas hicieron debidamente su trabajo, documentando las plantas de América, África y Asia.
De regreso de esas peregrinaciones científicas, las colecciones de museos, universidades y viveros se llenaron de plantas exóticas. Entre ellas llegaron las vides americanas a Europa.
Hasta ese momento, se conocía solo la vitis vinífera, pero en América había otras plantas del género vitis (hay unas 60 especies). Con fines científicos fueron llevadas a Europa ejemplares de vitis riparia, v. labrusca y v. rupestris, entre otras.
Esas plantas transportaron en sus raíces a un pequeño, casi diminuto pulgón que en las décadas siguientes acabaría con los principales viñedos de Francia: se la conocería como la crisis de la filoxera –así se llamó a este voraz insecto–, que entre 1870 y 1910 diezmó la economía del vino e incluso generó revueltas sociales.
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