Por Victoria Bibiloni Abbona.
Los inmigrantes que llegaron a Mendoza y comenzaron a hacer
sus propios vinos provenían desde diferentes lugares del mundo. Italianos y
españoles eran el grupo más numeroso. La tierra mendocina era un ámbito
propicio para los emprendimientos vitivinícolas. Por eso, miles de extranjeros
vieron aquí la oportunidad de subsistir a través de la industria y la cultura
del vino. Cada uno de aquellos inmigrantes le dio a su emprendimiento un nombre
en particular, uno que le diera a cada vino una identidad única. Algunos de
esos nombres eran homenajes al lugar de origen de los productores, otros,
buscaban sintetizar la idea de progreso que les inspiraba la Argentina.
Algunos, se encomendaron a su religión y sus creencias para nombrar a sus
bodegas mientras que otros inventaron nombres de fantasía. En esta nota te
contamos cuáles son esos nombres que hicieron de los vinos mendocinos productos
únicos en el país.
El uso de etiquetas para el vino.
Fue a principios del siglo XX cuando en el país se comenzó a normalizar el uso de etiquetas en el vino. El objetivo de que tenían eran poder diferenciar un vino del otro y todas tenían más o menos los mismos datos. Sobre un círculo que se colocaba sobre la cara superior de los barriles se mencionaban tres datos fundamentales: el nombre de dueño, el de la bodega y el de la marca. A veces estaban esos tres datos, a veces solamente uno. En el medio, también solían tener dibujos alusivos a la identidad del vino o a la cosecha.
La etiqueta del vino producido en La Udinesa, la colonia friulana de General Alvear, Mendoza. |
Los nombres en honor a Cuyo, una forma de indicar la procedencia del vino.
Con el objetivo de dar cuenta de dónde venían sus vinos una vez que estos entraban en el circuito comercial, varios inmigrantes los denominaron alusivos a diferentes lugares de Cuyo, especialmente, a aquellos donde tenían sus bodegas. Fue así que Bernardo Martínez desarrolló la marca “Chacras de Coria” y los hermanos Emilio y Mario Videla “El Algarrobal” y “Panquegua”. Mientras tanto, en Guaymallén, los hermanos Tomba nombraron a una de sus vinos”El Sauce” y los hermanos Dutto le dieron a uno de los suyos el nombre de “Buena Nueva”.
Algo similar ocurrió en San Rafael, cuando la familia francesa Cornú nombró a una de sus marcas como el departamento sureño y en San Juan donde la familia Graffigna comercializaba el vino “Colón” homenajeando a un departamento de dicha provincia.
El homenaje de los inmigrantes a sus lugares de origen.
Fueron muchos los inmigrantes que nombraron tanto a sus vinos como a sus bodegas haciendo alusión a sus lugares de origen. Otra vez, el primer caso que recordamos es el de Bautista Gargantini y Juan Giol dueños de “Colina de Oro” nombrada así en honor a Collina d’Oro, el pueblo suizo del que provenía Gargantini. Mientras tanto, los hermanos Wiedenbrug nombraron a su bodega “La Germania”. Los inmigrantes de origen trentino también hicieron lo propio con sus establecimientos. Por un lado, Alejandro Sartori nombró a su bodega “La Trentina” mientas que Luis Baldini y Francisco Gabrielli registraron la suya como “Trento”. Otros italianos, pero provenientes de Véneto, los hermanos, Juan y Jesús Citón denominaron “La Veneziana” y comercializaron la marca “La Adriática”. Mientras tanto, en el sur provincial, los inmigrantes friulanos llamaron “La Udinesa” a su marca de vino.
Colina de Oro era una localidad del cantón suizo de Ticino.
El logo de vino Toro está inspirado en el cantón de Uri, cuya bandera tenía una
cabeza de toro. “3030 R Linda Color S.A. Genève Solothurn Bern Uri Aargau
Glarus Schaffhausen Neuchatel Luzern Geneve Zug Unterwalden Ticino Appenzell
Thurgau Fribourg Schwyz Basel Zürich St. Gallen Valais Vaud Graubünden
27.VII.1976.” by Morton1905 is licensed under CC BY-NC-SA 2.0
En el nombre del padre, del hijo y de los hermanos.
Una de las formas más comunes de nombrar a las bodegas era utilizar el apellido de su creador. Si la elaboración era en el marco de una empresa familiar, lo usual era que el vino se nombrara con el apellido de los creadores y al lado se añadiera el grado de parentesco existente entre ellos. Pascual Toso y sus hermanos crearon el establecimiento “Toso hermanos” y algo similar había sucedido con los Tomba y los Arbillaga. Mientras tanto, también surgían bodegas como “Bodegas y Viñedos Antonio Campi e Hijos” o “Agustín Piccione e Hijos”. Otras empresas, también, utilizaban el nombre completo de su propietario, como en el caso de Honorio Barraquero, Justo Pellegrina y Miguel Escorihuela, entre otros. Muchos de esos productores se fueron asociando entre sí y le dieron origen a nuevas bodegas, como en el caso de Gargantini y Giol que crearon “Colina de Oro”.
Los nombres de animales.
Si pensamos en vinos nombrados con base en diferentes especies de animales, el primero que nos llega a la mente es el Vino Toro, creación de Bautista Gargantini y Juan Giol. Hasta hoy, inclusive, hay quienes creen que entre sus ingredientes incluía sangre de toro para darle más cuerpo y su característico color bordó. Gargantini y Giol no fueron los únicos que pensaron en animales de gran porte y potencia a la hora de fabricar sus vinos. También en Maipú, Angelo Furlotti, otro italiano, nombró a su vino comercialmente “León” mientras que Bernardo Martínez, un español, llamó al suyo “El Elefante”. En Guaymallén, mientras tanto, otra bodega de capitales italianos, la de Rópolo, Serra y Franceschini nombró a su vino “Tres leones de oro” y Virgilio Santini denominó al suyo “El Camello”.
Religión versus progreso científico.
Una de las formas más comunes de nombrar a los vinos era en relación a santos o a la idea de progreso. En este grupo había muchos emprendimientos comandados por inmigrantes quienes se encomendaban tanto a la religión como a la ciencia. Fue así que Luis Tirasso, pionero en la elaboración de espumantes en la provincia nombró a su bodega “Santa Ana”. Mientras tanto, el español Agustín Mercader denominó a su bodega “El Purgatorio” y el ruso Arón Pavlovsky fundó “La Purísima”. Como contracara, los creyentes en la idea del progreso con base en la tecnología, denominaron a sus emprendimientos con nombres asociados a la expansión territorial. En este grupo, los principales exponentes eran el italiano Arturo Dácomo, propietario de “El Progreso” y los hermanos Wiedenbrug, dueños de “El Globo”, que inicialmente se había llamado “La Germania”. ¿Conocías las historias detrás de estos nombres? Contanos en los comentarios.
Autor imagen de portada: “T O R O” by Walimai.photo is licensed under CC BY-NC-ND 2.0.
Publicado en
https://mendoza.italiani.it/los-nombres-del-vino-una-curiosa-historia-mendocina/
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